sábado, 4 de diciembre de 2021
jueves, 3 de junio de 2021
viernes, 9 de abril de 2021
sábado, 27 de marzo de 2021
viernes, 26 de marzo de 2021
Lo Poeta
Enseñando a nadar a la mujer casada
Juan Carlos Friebe
Esdrújula, Granada, 2021
«Enseñando a nadar a la mujer casada» es una de esas obras poéticas de
las que uno oyó mucho antes de su existencia. Poco a poco, Juan Carlos Friebe
iba diseminando poemas e ideas por recitales diversos (antes de la pandemia,
cuando podíamos sentarnos juntos y juntas, nos convocó a una primera lectura,
completa, de aquellas que hacen época). Friebe tiene una confianza ciega en la
capacidad de esfuerzo y soporte de la estructura del verso, y esa fe, ese
atrevimiento, tiene su recompensa. Sabemos que es un poeta extraño en el
marasmo del siglo XXI, que afiló su estilete durante mucho tiempo en la piedra
amolar de la tradición, pero que su discurso es atrevido, y valiente.
Conforme a un libro de atestado, Friebe somete a instrucción penal la
ejecución de mujeres, por ser mujeres, a lo largo de la historia. Para ello
elige cuatro nombres de ejecutadas: Margarita Porete, Juana de Arco, Mariana
Pineda y Aisha Ibrahim Duhulow, para que nadie olvide sus nombres: santas,
doncellas, místicas, heroínas, niñas, mujeres. La arquitectura narrativa del
libro se estructura conforme a varias tramas: las actas del juicio a Juana de
Arco en 1431; las fases de instrucción policial de un caso de asesinato
machista; y las voces de las mujeres ejecutadas. Se trata de un libro de
historia, pero también de un juicio a la historia, que comienza en el siglo XIV,
pero termina en el siglo XXI. Pero no, no termina, continúa.
Las actas del juicio (tomadas a pie de letra), narran el proceso a la
pucella, extraen las lecciones de las acusaciones a la mujer que se atrevió a
hacer cosas de hombre y su proceso. En tanto otras obras tomaron a Juana como
la figura de la tragedia y la injusticia (pienso en «Juana de Arco en la
hoguera», por ejemplo, el oratorio de Claudel), aquí Juana es todas las juanas
y todas las mujeres del mundo que son y fueron y serán: quemadas en la hoguera,
ajusticiadas por garrote vil en el cadalso, asesinadas por navajazos en la
cocina (‘Una mujer tendida como un trapo en el suelo,/rosado el camisón’),
apedreadas en un estadio, muertas en el mar junto a una patera… Juana es la
excusa del juicio anotado, del acta levantada, de la desfachatez de tomar nota
del asesinato.
Simultáneamente, se ha cometido un crimen. El agente, el sargento, el
comisario, protagonizan la pesquisa (‘Es como si la Historia se repitiese siempre.
No sé si Usted me entiende’). En el lugar de trabajo de la asesinada alguien la
echa de menos, y otros muchos (y muchas) ignoran y siguen su vida, como si
nada, como la noticia de todos los días que cae y resbala y toman café con
cruasán. En la parte que toca al atestado, también lo público, los medios de
comunicación que entrevistan cómicamente, a la testigo, a la vecina que nada
sabe, y aparece siempre al fondo la testigo muda, la perrilla preñada que todo
lo vio, el fotógrafo que nada comprende.
El estilo pericial conduce la investigación: el proceso a Juana avanza
en paralelo a los procesos pautados del atestado policial, que establece desde
antecedentes de hecho hasta la autopsia, pasando por el levantamiento del
cadáver, las inspecciones oculares… La sucesión de citas –eclécticas- iluminan
el camino, porque no es sencillo trazar la investigación a través de los
siglos, y poder conducir al lector por los vericuetos de la emoción que
florece. Friebe hace fácil lo complejo. Cuando el poeta interviene en escena,
cuando toma partido definitivo, amanece con la observación y el recuerdo: con
brillantez brota la voz del poeta hacia el niño, como sucede en el fundamental
(desde ya) «El Fargue», para la memoria poética de Granada y desde Granada, que
no es mala plaza para esto de la poesía.
Friebe hace narrativa con el pulso poético más formal. Porque en lo
formal, hace uso de un ramillete que va desde la perfección sonora de la
cuaderna vía, al romance castizo, pasando por incursiones en la prosa poética,
la conversación, el tono dramatúrgico de algunos textos. Es una virtud del
poeta desde hace libros: formalismo y eclecticismo todo en uno, al servicio del
mensaje por la vigilancia de la forma.
El poeta instructor, el poeta implicado, hace ajuste con la Historia y con todos nosotros, y en estos poemas se instaura la definitiva madurez y la ideología vital del poeta. O no debería decir ni el poeta ni la poeta, sino ‘lo’ poeta, como expone en ‘Patio de luces desde el río’, pues en el poemario trasluce la disolución de los sexos y el juego de los géneros, como en Juana. Así que, lo poeta ha llegado, porque ‘Haber sido querido no se paga./Haber sido feliz jamás se olvida.//Guardad este poema como prenda’.
El Fargue, de Juan Carlos Friebe
Al menos tan feliz como pudiera ser
un crío bajo parras dormideras
al amor de su sombra perezosa,
con un viejo tebeo entre las manos
que ya se sabe casi de memoria.
Huele a vendimia y a fulgor de octubre.
O a algo parecido a tenue otoño,
a llovizna menuda y arcoíris,
a tierra húmeda y flama
como recién sacada de horno estío,
a tarde inexplorada,
a agua oxigenada,
tirita y regañina
por volver tarde a casa con la rodilla abierta
de perseguir ardillas con trampillas de nueces
y emborrachar avispas reventando las uvas
con su fiel tirachinas.
La hojarasca
cruje rota bajo mis pasos quedos,
y me detengo, y contengo hasta el aire,
y el corazón me late de puntillas
mientras mis pies se hunden en la tierra hojaldre,
pues recelo que el más leve sonido
delate mi presencia y, advertido del ruido
—de qué frágil sostén pende la dicha,
cuánto cuidado puse en que jamás me oyera—,
deja durmiendo a Sigrid, en la isla de Thule,
junto a un festón de tiernos pensamientos
y de amapolas lánguidas durmientes:
sus pupilas inquieren justo en mi dirección,
oculta en mi maleza sigilosa,
pero unas tiernas voces campanillas
distraen su atención y nos salvamos
de conocernos antes de saber quiénes somos.
Percibe el movimiento de una sombra envuelta en matorral
muy seguro de que algo que le inquieta
está a su lado, tan tan cerca de él
que casi le hizo daño,
que casi casi, ay, que casi hería…
Hay algo que le aturde en la espesura:
presiento que sospecha de mí. Yo
también sospecharía de esta sombra umbría
que años más tarde
seremos nosotros.
viernes, 5 de febrero de 2021
'De piedra, de metal...' Luis Vaz de Camoes
el alma, dura ninfa, os ha vestido,
pues el cabello es oro endurecido,
y mármol es la frente en su blancura.
Los ojos, esmeralda verde y escura;
granata las mejillas; no fingido,
el labio es un rubí no poseído,
los blancos dientes son de perla pura.
de alabastro, por donde como yedra
las venas van de azul muy rutilante.
es ver que, por que todo fuese piedra,
tenéis el corazón como diamante.
miércoles, 27 de enero de 2021
Ya no quiero más bien que sólo amaros, de Lope de Vega
Ya no quiero más bien que sólo amaros
ni más vida, Lucinda, que ofreceros
la que me dais, cuando merezco veros,
ni ver más luz que vuestros ojos claros.
Para vivir me basta desearos,
para ser venturoso conoceros,
para admirar el mundo engrandeceros
y para ser Eróstrato abrasaros.
La pluma y lengua respondiendo a coros
quieren al cielo espléndido subiros
donde están los espíritus más puros.
Que entre tales riquezas y tesoros
mis lágrimas, mis versos, mis suspiros
domingo, 10 de enero de 2021
Los cobardes y los valientes
La Voz de Granada, 9 de enero 2021
Una turba se abalanza sobre el Capitolio, rompe cristales y límites, grita libertad y denuncia mentira. La multitud avanza sin mascarilla, a cara descubierta, investida de una valentía abrazada a una bandera, una camiseta serigrafiada y dos cojones. Muchos hombres, muchos blancos. El Hollywood del cine de catástrofes como una tormenta sobre el Congreso. Faltaban tiburones de ‘Sharknado’ en los pasillos que van de la Cámara de representantes al Senado. Se consideran valientes porque desafían las reglas. Se consideran enterados porque creen en la conspiración, convencidos de que los medios mienten, pero las redes dicen la verdad. No les importa la contradicción.
La libertad se identifica como patrimonio de los valientes, pero los valientes de hoy están en una sala de laboratorio, en un centro de salud, en un camión que atraviesa el Canal de la Mancha. Los valientes no están desafiando las normas, a pecho abierto en la calle, bebiendo cerveza tras el toque de queda. Los valientes deducen qué es verdad y qué es mentira. Los valientes se lo piensan muy bien antes de difundir sus creencias, cuando no son certezas, en el grupo de WhatsApp. Los valientes no incitan el desaliento para curar su débil ánimo.
Ha tocado la época de los valientes que se comportan como cobardes, la época de taparse la boca, de recogerse. El momento de la valentía llama a la contención, a tomar café a partir de las 18:00 h. La economía se destruye: sí; y ha tocado a los que gestionaban la alegría, el esparcimiento, esos son los negocios elegidos para un sacrificio necesario. La nieve cae por todo el país, cada cual en su cueva, cada cual cerca de su hoguera para seis: y hay lugares donde no hay hoguera donde calentarse.
Con la vacuna debería llegar la primavera. Poco a poco, en una de las mayores operaciones logísticas mundiales comprenderemos que es necesario poner la parte de cada uno para hacer el todo. Esa es una muestra de la valentía de hoy: la libertad se gana entre todos, se gana con el servicio público, con la solidaridad y el apoyo mutuo. El cobarde tuitea, se queja, protesta, grita «libertad», pero para sí mismo. El cobarde es un avaro de Navidad que aún no ha sido visitado por el fantasma del tiempo futuro.
Hay quien supone que los valientes se echan a la calle contra viento, nieve y virus. Que demuestran su hombría desafiando todos los elementos. Pero la valentía de hoy es conocer los límites. La cobardía es poner el interés propio por encima del ajeno. La valentía es contener la emoción propia de hoy para emocionarse juntos mañana. La cobardía es vivir hoy como si fuese el último día ocasionando que sea el último día de otro. Los valientes llevan mascarilla, a su pesar; los cobardes la llevan por debajo de la nariz, babean en el bar y vociferan en el callejón. Los cobardes creen que viven en la alegría, pero, bien mirados, solo viven en su tristeza. La alegría no está en el abrazo derrochado y el exceso, no está en quien celebra hoy, sacrificando hoy, sino en quien sabe hasta dónde y cuándo.