Quisiera rajar mi corazón con un cuchillo,
meterte dentro y luego volver a cerrar mi pecho,
para que estuvieras en él y no habitaras en otro,
hasta el día de la resurrección y del juicio final;
para que moraras en él durante mi vida y, a mi muerte,
ocuparas las entretelas de mi corazón
en la tiniebla del sepulcro.
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