Cuando Perrault en el año 1697 alumbró Caperucita Roja, muchas otras niñas despistadas habían atravesado bosques peligrosos donde acechan los hombres-lobo. Pero fue aquel año cuando el cuento, popular probablemente desde la Edad Media (1), tomó carta de naturaleza. Por suerte, la versión de Charles Perrault fue revisada por los Hermanos Grimm -quizá obligados por un concienzudo examen del público infantil. Perrault, autor de la Corte Francesa y mentiroso empedernido, escribía cuentos para deleitar a las damas, asegurando que éstos habían sido escritos por su hijo de diez años. En todos sus cuentos se esconde la moraleja, al modo de las fábulas dieciochescas, que el autor destilaba como pequeño poema final.
Todos conocemos la historia de Caperucita, sin embargo, la versión que actualmente mantenemos difiere de la realizada por el autor francés. En éste, casi todo sucede como entendemos desde niños: la abuela regala una caperuza roja a la niña, por la cual es conocida; la niña atraviesa el bosque, donde se encuentra al lobo que indaga cual es su destino (2); la niña se entretiene en el bosque mientras el lobo devora a la abuela. Aquí comienzan las diferencias. El lobo no se disfraza. Motivo que nos confunde cuando Caperucita accede a desnudarse y meterse en la cama con él. Comienzan así las habituales preguntas acerca de los brazos, las piernas, los ojos de la abuela… Y al fin los dientes. El lobo, tras la fatídica consulta devora a la joven. Aquí finaliza Perrault su relato y añade un poema final donde aconseja a las muchachas que no deben acercarse a las personas que no conocen, y así impartía su lección moral.
Perrault desbancó el cuento de hadas convirtiéndolo en un cuento moral. El lobo, como bien apunta Bettelheim (3), es una metáfora simple y llana. Los cuentos de hadas precisan de la participación activa del oyente, que imagina, se identifica y se fascina con el personaje. La Caperucita de Perrault es un personaje insulso, casi imbécil, que confunde a un lobo con su abuela, que se mete en la cama -¿conscientemente?- sin darse cuenta del peligro que se cierne sobre ella. La imagen de niña atractiva, engañada por la astucia del lobo -quien le ofrece la libertad de jugar más que seguir los consejos paternos- es obra de los Hermanos Grimm. Perrault, entre otros detalles deja en el aire muchas preguntas: a la ya apuntada de la tremenda miopía y confusión de la niña que no distingue entre su abuela y el lobo, cabe añadir la ausencia del consejo maternal, así la resolución de la moraleja –“las muchachas no deben acercarse a quien no conocen”, y mucho menos, añadimos, meterse en la cama con él- no es algo que Caperucita contradiga, pues nadie en ningún momento le había puesto al corriente de ello. La Caperucita de Perrault no es engañada ni tiene capacidad de contradecir las obligaciones sociales, sino que es un personaje poco creíble. Además, la pobre anciana es devorada sin saber muy bien porqué. ¿Se debe a la simple y llana hambruna del lobo? Como remate, el cuento de Perrault deja un regusto poco adecuado a la naturaleza del cuento de hadas, por ausencia del final feliz y por el remate sangriento de dos muertos en el vientre del lobo, el cual sale indemne de la operación. Todo lo cual resulta inaceptable para un niño.
Los Hermanos Grimm dieron una nueva dimensión al cuento. Hacia la casa de su abuela hay un camino que Caperucita conoce bien. Su madre le aconseja que no lo abandone. He aquí la presencia de un consejo moral, pero que se desvincula de lo patente, arma de la cual abusa Perrault. En el camino -¿el camino de la infancia a la adolescencia?- Caperucita encuentra al lobo, que ya no es una metáfora, sino una fiera, alguien que hará lo posible para conseguir su objetivo, que no es otro que tomar a la niña. El lobo propicia a Caperucita el placer, le recomienda oler las flores, escuchar los pájaros, entretenerse en la belleza del bosque, en la belleza del mundo exterior, y olvidar así sus preocupaciones y obligaciones. Surge así el conflicto entre el deber y el querer. Éste es uno de los aspectos más universales de Caperucita que le dotan de su calidad de personaje: cae en las tentaciones y confía en las personas a pesar del riesgo que ello implica, pasando a ser -más allá del personaje insulso de Perrault- un personaje tierno e ingenuo. Sólo cuando se agota el placer, y se aburre de recoger flores, Caperucita volverá al camino indicado y adecuado hacia la casa de su abuela. Para entonces el lobo ya ha devorado a la anciana, puesto que si la abuela está presente no podrá comerse a la niña. Si no la ha devorado en el camino es porque quiere previamente “acostarse” con ella. Al fin y al cabo, el color rojo simboliza la excitación sexual, y en el universo infantil –según ciertas tendencias psicoanalíticas- sexo y violencia se entrelazan. Otras interpretaciones pueden dirigirse hacia que subyazca en el cuento un castigo infligido a la niña por juguetear sexualmente mediante su caperuza roja -que además le ha sido regalada por la abuela, quien recibe el mismo castigo- cuando aún no está preparada para ello.
El atractivo del lobo reside en su capacidad de seductor y su astucia, y representa todas las tendencias más profundas y primitivas del hombre. Sin embargo, no podría quedar la imagen del hombre en tal lugar. Aparece así el leñador como un personaje que, según indica él mismo, persigue desde hace tiempo al lobo, a quien llama viejo verde, incidiendo en el mensaje sexual y el carácter de seductor del lobo. El leñador, que posiblemente encubre la imagen paterna, abre definitivamente el vientre del lobo, asunto demasiado sexual para tratarse del padre en sí, y Caperucita y su abuela salen indemnes de éste, aunque habiendo aprendido una lección memorable (4). Pero con el velo misterioso que Perrault no supo, o no quiso, entender.
NOTAS
1. Es interesante apuntar dos datos recogidos por Bettelheim en su Psicología de los cuentos de hadas, (Crítica, 2006) al respecto. Primero, la relación de Caperucita Roja y el mito de Cronos, en referencia a los niños devorados que luego salen sanos y salvos del vientre, y son colocadas piedras en su lugar. En segundo lugar, la existencia de una historia (Fecundio Ratis) escrita en latín en el año 1023 por Egberto de Lieja, donde aparece una niña rodeada de lobos y que viste ropas de color rojo.
2. Y no la devora allí mismo por miedo a los leñadores presentes.
3. Obra citada, págs 177-178
4. Tras el enfrentamiento con los peligros del mundo, la niña que residía en la protección materna empieza a evaluar los peligros y se convierte en una doncella
Todos conocemos la historia de Caperucita, sin embargo, la versión que actualmente mantenemos difiere de la realizada por el autor francés. En éste, casi todo sucede como entendemos desde niños: la abuela regala una caperuza roja a la niña, por la cual es conocida; la niña atraviesa el bosque, donde se encuentra al lobo que indaga cual es su destino (2); la niña se entretiene en el bosque mientras el lobo devora a la abuela. Aquí comienzan las diferencias. El lobo no se disfraza. Motivo que nos confunde cuando Caperucita accede a desnudarse y meterse en la cama con él. Comienzan así las habituales preguntas acerca de los brazos, las piernas, los ojos de la abuela… Y al fin los dientes. El lobo, tras la fatídica consulta devora a la joven. Aquí finaliza Perrault su relato y añade un poema final donde aconseja a las muchachas que no deben acercarse a las personas que no conocen, y así impartía su lección moral.
Perrault desbancó el cuento de hadas convirtiéndolo en un cuento moral. El lobo, como bien apunta Bettelheim (3), es una metáfora simple y llana. Los cuentos de hadas precisan de la participación activa del oyente, que imagina, se identifica y se fascina con el personaje. La Caperucita de Perrault es un personaje insulso, casi imbécil, que confunde a un lobo con su abuela, que se mete en la cama -¿conscientemente?- sin darse cuenta del peligro que se cierne sobre ella. La imagen de niña atractiva, engañada por la astucia del lobo -quien le ofrece la libertad de jugar más que seguir los consejos paternos- es obra de los Hermanos Grimm. Perrault, entre otros detalles deja en el aire muchas preguntas: a la ya apuntada de la tremenda miopía y confusión de la niña que no distingue entre su abuela y el lobo, cabe añadir la ausencia del consejo maternal, así la resolución de la moraleja –“las muchachas no deben acercarse a quien no conocen”, y mucho menos, añadimos, meterse en la cama con él- no es algo que Caperucita contradiga, pues nadie en ningún momento le había puesto al corriente de ello. La Caperucita de Perrault no es engañada ni tiene capacidad de contradecir las obligaciones sociales, sino que es un personaje poco creíble. Además, la pobre anciana es devorada sin saber muy bien porqué. ¿Se debe a la simple y llana hambruna del lobo? Como remate, el cuento de Perrault deja un regusto poco adecuado a la naturaleza del cuento de hadas, por ausencia del final feliz y por el remate sangriento de dos muertos en el vientre del lobo, el cual sale indemne de la operación. Todo lo cual resulta inaceptable para un niño.
Los Hermanos Grimm dieron una nueva dimensión al cuento. Hacia la casa de su abuela hay un camino que Caperucita conoce bien. Su madre le aconseja que no lo abandone. He aquí la presencia de un consejo moral, pero que se desvincula de lo patente, arma de la cual abusa Perrault. En el camino -¿el camino de la infancia a la adolescencia?- Caperucita encuentra al lobo, que ya no es una metáfora, sino una fiera, alguien que hará lo posible para conseguir su objetivo, que no es otro que tomar a la niña. El lobo propicia a Caperucita el placer, le recomienda oler las flores, escuchar los pájaros, entretenerse en la belleza del bosque, en la belleza del mundo exterior, y olvidar así sus preocupaciones y obligaciones. Surge así el conflicto entre el deber y el querer. Éste es uno de los aspectos más universales de Caperucita que le dotan de su calidad de personaje: cae en las tentaciones y confía en las personas a pesar del riesgo que ello implica, pasando a ser -más allá del personaje insulso de Perrault- un personaje tierno e ingenuo. Sólo cuando se agota el placer, y se aburre de recoger flores, Caperucita volverá al camino indicado y adecuado hacia la casa de su abuela. Para entonces el lobo ya ha devorado a la anciana, puesto que si la abuela está presente no podrá comerse a la niña. Si no la ha devorado en el camino es porque quiere previamente “acostarse” con ella. Al fin y al cabo, el color rojo simboliza la excitación sexual, y en el universo infantil –según ciertas tendencias psicoanalíticas- sexo y violencia se entrelazan. Otras interpretaciones pueden dirigirse hacia que subyazca en el cuento un castigo infligido a la niña por juguetear sexualmente mediante su caperuza roja -que además le ha sido regalada por la abuela, quien recibe el mismo castigo- cuando aún no está preparada para ello.
El atractivo del lobo reside en su capacidad de seductor y su astucia, y representa todas las tendencias más profundas y primitivas del hombre. Sin embargo, no podría quedar la imagen del hombre en tal lugar. Aparece así el leñador como un personaje que, según indica él mismo, persigue desde hace tiempo al lobo, a quien llama viejo verde, incidiendo en el mensaje sexual y el carácter de seductor del lobo. El leñador, que posiblemente encubre la imagen paterna, abre definitivamente el vientre del lobo, asunto demasiado sexual para tratarse del padre en sí, y Caperucita y su abuela salen indemnes de éste, aunque habiendo aprendido una lección memorable (4). Pero con el velo misterioso que Perrault no supo, o no quiso, entender.
NOTAS
1. Es interesante apuntar dos datos recogidos por Bettelheim en su Psicología de los cuentos de hadas, (Crítica, 2006) al respecto. Primero, la relación de Caperucita Roja y el mito de Cronos, en referencia a los niños devorados que luego salen sanos y salvos del vientre, y son colocadas piedras en su lugar. En segundo lugar, la existencia de una historia (Fecundio Ratis) escrita en latín en el año 1023 por Egberto de Lieja, donde aparece una niña rodeada de lobos y que viste ropas de color rojo.
2. Y no la devora allí mismo por miedo a los leñadores presentes.
3. Obra citada, págs 177-178
4. Tras el enfrentamiento con los peligros del mundo, la niña que residía en la protección materna empieza a evaluar los peligros y se convierte en una doncella
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