domingo, 27 de diciembre de 2020

De Hafsa bint al Hayy, al-Rakuniyya

Una mujer de mi rango no puede llorar
un amor de felonía.
Mis plañideras a sueldo
te llorarán por mí en el ocaso.
No me delatará mi garganta ya muerta,
ni podrá pronunciar nunca más tu nombre.
Las cantoras desmayarán las casidas
que bajo falso nombre te he escrito.
Enmohecidos laúdes se pudrirán de abandono
tras las celosía de los patios.
El ruiseñor de nuestros encuentros
será atravesado por flecha de mi ballesta.
Sólo la almohada de azahares
conocerá el amortiguado llanto
y la expiación de mi orgullo.

Quien te cantó entre los granados
es hoy mujer de zarza y ortiga,
por sus pezones rezuma
leche cuajada de adormidera.
¡Ay, qué muerte tan cuitada me diste!
¿Qué será de mí en las auroras
sin la brasa de tu piel
en el sepulcro frío mi lecho?
Por vestirme de luto me amenazan
por un amado que me han muerto con la espada.
¡Qué Dios tenga clemencia con quien sea
liberal con sus lágrimas,
o con quien llore por aquél que mataron sus rivales,
y que las nubes de la tarde,
con generosidad como la suya,
rieguen las tierras donde quiera que se vaya!

sábado, 26 de diciembre de 2020

INFINITO

Un reloj de arena caído,
un reloj de arena tumbado:
el tiempo no corre. Se para
el infinito.

Alfonso Salazar
(Una investigación antropológica. Inéditos)

INSOMNIO, de Gerardo Diego

Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.

Saber que duermes tú, cierta, segura
cauce fiel de abandono, línea pura,
tan cerca de mis brazos maniatados.

Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

DIARIO DE ABORDO DEL ESPECTÁCULO

El presente trabajo es fruto de la observación entre los meses de marzo y julio 2020 de la evolución en el marco ejecutivo de las Artes Escénicas inmersas en una situación excepcional e inédita. Durante esos meses, profesionalmente, tuvimos la oportunidad de estar en primera línea de la producción cultural en tiempos de pandemia, observando los cambios que se produjeron en las organizaciones, las modificaciones de las normativas y las reacciones del público entre otros muchos aspectos.


LEER EN www.olvidosdegranada.es






domingo, 13 de diciembre de 2020

Diálogos desde la prehistoria

LEER EN LOS DIABLOS AZULES

La vida contada por un sapiens a un neandertal
Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga
Alfaguara
Madrid
2020

Portada de La vida contada por un sapiens a un neandertal, de Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga.

Conocíamos las grandes virtudes como contador de historias y otras cosas de Juan José Millás. Conocíamos el vasto conocimiento de Juan Luis Arsuaga. En La vida contada por un sapiens a un neandertal se han conjuntado los planetas y ha nacido una unión que esperamos no se disuelva, ahora que le hemos cogido el gusto. Millás convierte al sabio Arsuaga en un personaje y se convierte a sí mismo en un sujeto de estudio. El libro tiene doble efecto, se degusta y se ingiere –se devora, se deglute—, a la vez: se degusta cuando resuena en el cerebro una frase, un hallazgo; cuando te ves a ti mismo haciendo esas pruebas físicas que Millás hace con su propio cuerpo para descubrir el milagro de la bipedestación, por ejemplo; y se ingiere porque los capítulos se hacen pocos, las páginas se hacen escasas para tanta sed, como el agua en la sabana.

Hay libros que cumplen otro doble papel, más allá del doble efecto, el neófito en el asunto, el seguidor de Millás que nada sabe de los arsuagas sapiens que hay por el mundo, disfrutará con esa prosa brillante, de fino espadachín, estilista de la idea, con sus ocurrencias en fin, con ese punto de vista puesto en el lugar más inesperado: esa cámara ingeniosa y prosística colocada donde el lector no la espera. Por otro lado, el aficionado a la divulgación de la paleontología –y de la antropología, incluso el estudioso— agradece el acercamiento, disfruta con esa sencilla manera de contar las grandes cosas. La divulgación bien hecha es un reto, y contar con dos homínidos como Arsuaga y Millás es un hito. A quien se le ocurriese acertó con la mezcla, como un cóctel inolvidable y trascendente: la pareja confiesa que fue una idea mutua: "―Tú y yo podríamos asociarnos para hablar de la vida; levantaríamos un gran relato sobre la existencia. ¿Lo hacemos? —dijo el escritor―. Lo hacemos —contestó el paleontólogo". 

Hay misterios enormes, que pueden ser comentados con humildad y sencillez, con la larga mirada de la curiosidad que tan bien maneja Millás. La vida contada por un sapiens a un neandertal cuenta lo complejo de manera tan entendible que nos termina por parecer imposible que la vida resulte un arcano, pero como toda historia bien contada, como toda ciencia bien mostrada, deja los marmolillos bien señalados: las explicaciones son solo fotos fijas de una película en movimiento, la de la evolución humana, y el sabio sapiens muestra sus dudas tal y como el aprendiz neandertal anota la relatividad.

Cada capítulo se abre con el personaje Millás ―neandertal convencido, pero que se ofrece como animal homínido de laboratorio― en su mundo ordinario, dispuesto a lanzarse a la aventura paleontológica que el sabio ―irremediablemente sapiens, siempre tan ocupado― le ofrecerá ya sea en una visita a un museo, en una caminata por la sierra, en un banco de un parque, una incursión en una juguetería o el paseo por un mercado. Porque toda la evolución humana está ahí: en el objeto más común, y en el vestigio más insólito; en el lugar más insólito y en el paraje más común.

Uno se va acercando al final con la esperanza de que existan conversaciones futuras ―hay una promesa al final, un rayito de esperanza para la divulgación más divertida― entre ese sapiens determinadamente sapiens y ese otro neandertal que tan neandertalmente nos cuenta la historia de la Humanidad. Gracias, sabios.

Alfonso Salazar

miércoles, 9 de diciembre de 2020

La demolición del centro

La Voz de Granada, 11 de diciembre 2020

Como si fuese una gran metáfora, el centro urbano de Granada ha sido este otoño un gran decorado sin personajes, un plató vacío, una demolición de comercio y hostelería. Digo metáfora, porque de la misma manera el centro político granadino camino va de convertirse en un solar, en un desierto, un lugar no lugar, donde si alguien transita no es para quedarse.

Esa cuestión del centro político ha sido una pieza codiciada en la política española desde la caída al vacío de Suárez. Por entonces, los dos partidos mayoritarios despedazaron el centro y mantuvieron con pulso la zona de nadie. Excepto la posición de los partidos periféricos (sí, los nacionalistas: PNV, aquella CiU...) que siempre remaron para ambas corrientes y negociaban lo mismo con su izquierda que con su derecha. Los inventos del centro salían rana: Roca i Junyent, Suárez redivivo, UPyD... Hasta que el retoño Rivera se hizo mayor y la fiebre naranja se extendió por el país, y aquellos que habían buscado refugio a izquierda y derecha, o aquellos que no eran ni profetas ni salvadores en su partido, se agruparon bajo la bandera del centro y marcharon todos juntos a la Plaza del carmen, a San Telmo y a la Carrera de San Jerónimo. Y sobre todo, al Palau del Parlament de Catalunya, porque ese centro surgió de la periferia donde nadie se entiende para tomar el país que no entiende nadie.

Cuando le fue propuesto a Rivera alcanzar la Moncloa (aquella vez, recuerden, en que contaba con tantos diputados) y pudo apoyarse en el PSOE para ser un vicepresidente hasta el infinito y más allá, quiso tomar la derecha al asalto. Prefirió ser presidente de la derecha que vicepresidente de un país. Ese es el problema del centro, que se suele tragar la derecha o la derecha se les mete en el cuerpo y los posee.

Ahora estamos en esa involución. Ahora que las izquierdas parecen entenderse, que incluso hablan con quien hasta hace bien poco queríamos (todos) que se pudiera hablar -habla, pueblo, habla: porque son aquellos a quienes pedíamos que enfundasen el jaleo a los pistoleros y enarbolasen la virtud de la palabra en el templo democrático-, es ahora cuando la derecha, que piensa que ha perdido dos brazos y solo mantiene una cabeza, recluta a los resistentes diputados de la aldea centrista, corteja a los consejeros imprescindibles de las comunidades, galantea con los alcaldes y ediles de cuando molaba el naranja.

Lo dijo Aznar, cuando vio que su legado monolítico, que lindaba en el centro con el PSOE de centro, estaba «troceado en tres, y eso es muy mala noticia»... Ahora que Ciudadanos puede convertirse en absoluta derecha, también conocido como “centroderecha” en su casa a la hora de comer, ahora que las coaliciones electorales se tornarán partidos unidos, ahora que los partidos naranjas y verdes serán solo corrientes en el gran mar azul de la derecha, hay que señalar que el centro es necesario para la salud democrática.

El retorno de VOX al tronco común es cuestión de tiempo: se trata de un contrapeso ahora poderoso que hace que el PP no olvide que hay un electorado que quiere trazo grueso, le gusta el brochazo de los mensajes populistas y el bailoteo en el filo de la navaja democrática.

Mucho se le debe a Catalunya, a los rebeldes oportunistas, a la desafección de la izquierda, capaz de convertirse en nacionalista por encima de socialista. El diálogo es el camino, pero el diálogo no encuentra su momento cuando se vive en campaña electoral y Catalunya está en continua campaña electoral. A Catalunya se le debe también la eclosión del centro, el hallazgo de Ciudadanos; quizá ese fue su losa: cargar con una bandera en vez de levantar el europeísmo, rechazar el fascismo, encarnar el motor de la reconciliación. Eso da votos, muchos votos a la larga, pero no es un rédito inmediato.

Así que, adiós al centro, adiós a las multitudes naranjas, adiós a los alcaldes que pueden negociar con unos y con otros, adiós a la derechita cobarde. Rebienvenidos al mundo del blanco o negro.


Alfonso Salazar