miércoles, 30 de diciembre de 2009

EL NOBEL FERNANDO PESSOA

No sucedió que la mañana del día 25 de abril de 1930 un cartero dejó un telegrama en la Rua Coelho da Rocha, 16, primero.

No sucedió porque el inquilino paseaba por la Boca del Infierno en compañía de Aleister Crowley, cacheando el precipicio en busca de la voz perdida del amigo muerto en el Hotel de Nice de París. Satán nos comunica que su voz volvió a la costa de Cascaes. Crowley hablaba entre dientes, camuflado en la túnica negra y escrutaba el ruidoso entrechocar de la roca contra el mar. El abismo impedía vislumbrar voces retornadas. Fue el 26 de abril de hace catorce años, decía el poeta, si los dioses mantienen el amor que le juraron en vida, su voz navega en la Boca. No se preocupe don Fernando, oigo una voz que sube por el acantilado, Satanás no engaña -contestó el brujo.

El satanista se agarró con fuerza a los pliegues rocosos y enseñó sus pies al vacío. Sá-carneiro, Sá- carneiro, gritó teatralmente. La amenaza de la tormenta acolchaba el eco. Algunas gotas brumosas le resbalaban de la barbilla a la cruz del pecho. ¿Lo oye, don Fernando?, el mar y el diablo contestan unánimes, ahí está la voz de Sá-carneiro, se embarcó en el Sena y ha recorrido el Atlántico rehuyendo las redes, las voces son lentas pero despabiladas, siempre se necesita tiempo para llegar a la fama y la gloria.

Ofelia viaja entre las olas tranquilas de un río y Rimbaud dice que se asoma a contemplarla. Pessoa se imagina fuera de la tormenta y ve pasar el cuerpo de Ofelia Queiroz navegando la costa de Estoril, o exhibiéndose en el estuario. Dice adiós elevando su mano como un mástil. Adiós detestable Álvaro, adiós venerado Maestro Alberto, adiós devoto y dulce Ricardo. Ya no contestaré más tus cartas, parece decir el horizonte. Asómate querido Fernando a escrutar el estanco, deambula con revistas infinitas, con amigos muertos en el café de Martinho de Arcada, olvida a la abuela Dionisia y las noches de 1920. Ofelia dice la última palabra y toma un coche de caballos en la Plaza Camoens.

Recuerde que Mario me dijo que finalizaría la carta definitiva para Ofelia. Crowley no podía oír a Pessoa entre tanta ola violenta en el fondo de la Boca. Su voz debe traer el último párrafo, busque, busque. La delgada figura de Pessoa se asimilaba ya a la negritud y escrutaba la profundidad como miraba los estancos para preguntarse sobre la vida en sí. Cuando la descendente sombra de Crowley se recortaba en el cielo agarrada a los peñascos un suspiro de tranquilidad anidaba el ánimo deshecho de Fernando Pessoa.

La noche se hizo intensa y la tormenta obligó al poeta a buscar abrigo en una desvencijada techumbre junto a la carretera. Allí le sorprendió la mañana del día 26 de abril de 1930. Se dirigió tambaleándose hacia el acantilado, esperando ver una transfiguración de la voz de Sá-carneiro en el cuerpo de Crowley, mecido por diablos marinos. Un párrafo, sólo un párrafo. la única gloria en la vida.

Deje la fama para la posteridad, amigo Fernando. El maestro Alberto Caeiro lo miraba de reojo en el cuarto de la pensión de la calle Estefanía. El amor, amigo Fernando, el amor, y deje la fama para la vida postrera, tras la muerte, que no tardará en convencerle. Mire yo, un poeta de la naturaleza, que ya no sé andar solo los caminos, porque ya no sé andar yo solo. Pessoa miraba entonces los ojos perdidos de Bernardo Soares caminando solo hacia la Rua dos Douradores. Tan distintos, los pequeños ojos negros y los grandes zapatos de charol de Ofelia subiendo al coche de caballos, insinuándose al postillón, los ojos distantes de Pessoa, sus zapatos de hombre viejo andando via Augusta, si se fija se ven hoy aún.

Pessoa abrió la puerta del primer piso de la calle Coelho da Rocha. No había nadie. No sucedió entonces que cogió el telegrama insertado a través de la rendija. Remitido por la Academia, desde Estocolmo. A la obra de Álvaro Do Campos, finalizaba. Cuando se lo diga se va a poner como unas pascuas, se dijo, debían habérselo enviado al estanco. Le interrumpió la voz de la vecina. Unos señores de Noticias Ilustradas querían verle para hablar de un inglés desaparecido...

La tarde prometía un paseo por la Baixa. Con lo que va a ganar con el Nobel, Do Campos se comprará una villa en Estoril, confesó Pessoa a Almada en el Café Martinho de Arcada. El fantasma de Almada Negreiros lo miró con ojos tristes. Hoy hace no sé cuantos años de lo de Mario. Fernando Pessoa dejó que sus ojos se perdieran un poco más: y Crowley no me ha conseguido el fragmento final para la carta a Ofelia, Mario me la prometió, Crowley me la prometió, y nada de nada.

Siéntese, Pessoa y tome nota. La voz de Crowley ascendía por las brechas de la Boca del Infierno. Anote. Fueron destellos insultantes hacia el amor perdido y recuperado tras una fotografía. Recuerde Pessoa, hace no tanto, póngase de perfil, don Fernando, así, apurando la copa. El fotógrafo estaba apostado en la puerta de Abel Pereira y tras la figura del poeta los barriles de clarete y moscatel. Ésa fue la fotografía en flagrante delito, que llegó a Ofelia, por causalidad, de la mano de su sobrino. Por eso volvió a escribirle. Me debes un verso, le dijo. La voz de Crowley eran las palabras de Álvaro Do Campos. Le dije que buscase la voz de Sá-carneiro, no la de Campos, Crowley, ella detesta a Campos y Campos ya no puedo ser yo. Campos es un nobel, yo no puedo desgustar fama en vida. La enorme cruz de Crowley chocaba contra las rocas, flotando en el mar como Ofelia muerta.

martes, 29 de diciembre de 2009

sábado, 19 de diciembre de 2009

SI NO EXISTE LIGA EN OTROS PLANETAS...

Si no existe Liga en otros planetas, el FC Barcelona ha terminado un periplo imparable. Este año han sido 6 de 6. No va más.

martes, 15 de diciembre de 2009

LOS GÉNEROS DEL DOLOR Y EL ABANDONO, 10: PICADITAS DE VIRUELA

La señal indeleble sobre la mujer se muestra con virulencia en los géneros de la canción sentimental. Copla y tango hicieron de la mujer objeto inexcusable de sus letras. Si bien, como hemos dicho en más de una ocasión, la copla se nutre de una voz femenina –es la mujer quien canta- y el tango se nutre de la masculina. Pero tanto una como otro –en el propio término de cada género musical se manifiesta su género sexual- hicieron de la mujer una bandera. En las primeras décadas del siglo XX, donde ambos mostraran el desarrollo que desemboca en su configuración definitiva, la mujer atravesaba el desierto del la emancipación social. La situación de siglos anteriores había desaguado en una de las peores épocas para el sexo femenino: la irrupción de la Revolución Industrial y la consiguiente irrupción de la clase trabajadora –y su explotación- se había cebado en las mujeres que pasaban ahora de la dura vida en los campos a las durísimas condiciones de los barrios obreros.

En este ambiente, la copla y el tango vienen a ofrecer el testimonio de la situación social. Una y otro ofrecerán la visión sociológica del denigrado estatus femenino que le es contemporáneo. Los estereotipos en una y otra orilla del Atlántico no son tan distintos. Al fin y al cabo la Argentina, país de aluvión, se forjaba con emigración. Una emigración que reproducía los modelos europeos en el arenal del Mar de la Plata. La ubicación de la mujer como objeto sexual y, en muchos casos, posesión doméstica tomaba en la canción, como un pueril intento de contrapeso, su elevación al altar del mito de belleza arrebatadora y venenosa, con un deje de falsa sumisión masculina - que no fue más que verte y perder/ la fe, el coraje,/ el ansia de guapear./ No me has dejado ni el pucho en la oreja/ de aquel pasado malevo y feroz (Malevaje)- y una simulación de un matriarcado interior imposible que en realidad se sometía a la paliza -¡no te rompo de un tortazo,/ por no pegarte en la calle! (en la milonga Tortazos).

Tango y copla reproducirán una de las mayores condenas de la mujer. Su camino marcado preveía el matrimonio como finalidad inexcusable. A él se resumía todo posible desarrollo personal. La soltería era un descalabro infinito. La mujer soltera, con resabio a sociedad agraria, era una pérdida económica, una inversión desgraciada, una carga para la familia, que contaba con la soltera como una leprosa social. Picadita de viruela es quizá una de las coplas que mejor enmarcan esta referencia. La lacra de la soltería se manifiesta en la piel asaeteada por la enfermedad. Las propias huellas en el rostro de la muchacha hacen huir a los hombres en cuanto se descorre el visillo de la reja y la mujer deja mostrar sus señales. La pérdida de la virginidad –como le ocurre a Lola Puñales- viene a corroborar cómo las cicatrices físicas se manifiestan, como la exudación del drama interior de la mujer.

Y al alimón, A la lima y al limón, nos mostrará a la mujer desafortunada, porque no es hermosa –no tiene el talle de espiga, ni son sus labios de sangre- condenada a la soltería. Sin embargo, ambas coplas, en el retruécano del culebrón feliz, conseguirán un novio final para cada una de ellas, salvando a la picadita –que al final parirá una rosa, símbolo de una virginidad transformada- y enorgulleciendo a la vecinita de enfrente –y con ironía siempre tararea/ el mismo estribillo de la rueda rueda.

El tango, más cruel, dejó sin novio para los restos a la protagonista de Nunca tuvo novio, encerrada en la lectura de novelas sentimentales, esperando príncipes azules. Tan encerrada como las novias de El último organito. Porque la mujer que pisaba la calle pasaba a ser considerada maleva, a un paso de la prostitución, y si bien era un imprescindible factor en las calles de arrabal bailongo, buscaba habitualmente convertirse en mantenida de algún individuo ricachón (figura, ésta de la amante, repetida hasta la saciedad en tangos y coplas, sobre lo que volveremos algún día, como Mano a mano, La Bien pagá, Muñeca brava, Margot, Yo no me quiero enterar, Romance de la Otra, Yo soy ésa).

La descarriada, podía terminar desplumada y marchita como la protagonista de Esta noche me emborracho -que esto que hoy es un cascajo/ fue la dulce metedura/ donde yo perdí el honor- o recuperada y vuelta al hogar como La Maleva, tango de Mario Pardo. No salgas de tu barrio, tango con música de Delfino, es toda una declaración de principios: en él aparece la voz femenina, que tan poco se prodiga, manifestando a una muchacha, susceptible de perderse en el camino oscuro de las peligrosas calles que conducen al cabaré, los peligros del extravío y así, escarmentar en cabeza ajena, pues la quehabla dejó el muchacho sencillote, buen novio, por el niño engominado que le enseñó todos los vicios, cásate con un hombre que sea como vos/ y aún en la miseria sabrás vencer tu pena/ y ya llegará un día en que te ayude Dios, dice finalmente la consejera.

No lo indica así Mamá yo quiero un novio, tango de Fontaina, donde el autor oye cantar a una muchacha cómo reclama un novio milonguero, guapo y compadrón a quien entregar todo –y si mi novio precisa, empeño hasta la camisa y si eso es poco, el colchón- y huir al fin del hogar.

En el ambiente triste de la soltería, de ese miedo a quedarse para vestir santos y quedar señalada con una flor marchita en el vientre, sólo la copla y el genio finísmo de Rafael de León dieron la vuelta a la tortilla y en la excepcional Compuesta y sin novio la mujer se enorgullece de su condición de soltera, enumerando con desparpajo y frescura los inconvenientes del matrimonio –que la plaza, que la gripe, que tu madre, que la mía, son muchas complicaciones, ¡Soltera para toda la vida!. Pero es una línea cómica, con retranca, en el agua procelosa del machismo imperante en la sociedad de la época.

Como dice Vázquez Montalbán en su Crónica Sentimental de España, catecismo para quien se acerca a la copla y la canción, el verso (de la copla) había que oírlo cantado por las mujeres de la posguerra, por las mujeres que más padecían la posguerra, por las mujeres que siempre han padecido todas las posguerras de la Historia, sin ganar ninguna guerra. Ojalá venzan en la guerra que libran a diario por su dignidad.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

INAPELABLE

Prometí al Rotterdam que le sacaría de la segunda división y lo hice: bajamos a Tercera.

Tommy Docherty, entrenador escocés

sábado, 5 de diciembre de 2009