domingo, 1 de noviembre de 2015

DE SANTOS Y DIFUNTOS: HALLOWEEN Y LA TRADICIÓN.

La relación íntima de cada cultura con la muerte ha tenido diversas manifestaciones a lo largo de los siglos y a lo ancho del redondo mundo. En estas fechas de principios de noviembre, que son las del final de la cosecha y las de la entrada en el declive del clima benigno que recluirá a los habitantes del hemisferio norte en sus casas, la relación íntima con los que ya no están fraguó en diversas manifestaciones que se han ido entrelazando entre sí ya sea por la vocación acaparadora de la Iglesia Católica, atenta siempre a cristianizar cualquier manifestación de jolgorio, como por la aculturación y aplanamiento de los medios de comunicación y entretenimiento que a principios del siglo XXI campan a sus anchas por el planeta entero.



Ahora y aquí se identifica con Halloween, una tradición de posible origen celta entroncada con la festividad cristiana de todos los santos, que fue trasplantada por los irlandeses a los Estados Unidos de América –como los alemanes trasplantaron su conejo de Pascua-. Esta tradición hunde sus raíces en el samhain celta, cuyo rastro puede también localizarse en el norte de la península ibérica. De la mezcla del samhain, fin de la cosecha, celebrada por los antiguos entre el equinoccio de septiembre y el solsticio de diciembre y la celebración del día de todos los santos instaurado por Gregorio IV allá por el siglo IX surgió en las islas británicas el “all how´eve” contracción de “víspera de todos los santos”.

Es curioso como las dos grandes celebraciones celtas, este samhain –que se identifica con el año nuevo celta- y el beltaine, el día del buen fuego, con su víspera de la noche de walpurgis, celebrado el 1 de mayo a caballo entre el equinoccio de marzo y el solsticio de junio, tienen entre sí, y no es capricho, una diferencia de seis meses y mientras aquel está dedicado al fin de la temporada agrícola, este lo está al inicio de la temporada ganadera. Ambas festividades siguen manteniéndose en el calendario: samhain en la festividad que atañe a esta artículo, y beltaine como día del trabajo –día internacional de los trabajadores desde 1886, por razones totalmente ajenas a la celebración pagana y asimilado por la mayoría de los países a lo largo del siglo XX-, una celebración que se dedicaba en la antigua Roma a  los Lares Tutelares (almas de los antepasados) y que se relacionaba con la actividad humana y el trabajo. Esta fue la que el cristianismo enredó con la celebración de la invención de la cruz. En nuestra península pervive también en muchas zonas como el culto precristiano de los mayos: consistente en la erección de un tronco o palo alto en plazas de los pueblos en una suerte de metáfora de rituales de fertilidad.



Pero dejemos mayo y volvamos a noviembre. También en Mesoamérica la fecha del 1 de noviembre tiene una capital importancia: es el sonado Día de los Muertos mexicano –y de las repúblicas centroamericanas-. Para honrar a los muertos, entre los aztecas, a mediados de julio se cortaba un árbol, se descortezaba y se le colocaban flores. Un par de semanas después se hacían grandes sacrificios y comidas abundantes. La llegada de los españoles, la prohibición y el sincretismo hicieron converger a las celebraciones en el Día de los Muertos con manifestaciones muy variadas en los distintos estados mexicanos y centroamericanos.



El catolicismo, allá por el siglo XVI, compuso una doble celebración sumando el día de todos los santos a la celebración de los fieles difuntos, celebración que se atribuye al francés San Odilón en la postrimerías del primer milenio y que Roma asumió siglos después. La iglesia ortodoxa mantiene las celebraciones de difuntos alrededor de la celebración del Pentecostés, como lo fue antiguamente.

En la península ibérica se celebran en esas mismas fechas el magosto magnus ustus, gran fuego- gallego, el magusto portugués, el magüestu asturiano, la magosta cántabra, el gaztainarre vasco, la castanyada catalana, la calbotá del Valle del Tiétar, la chaquetía extremeña, los tosantos gaditanos, donde en algunas modalidades de fiesta se suelen pedir frutos secos por las casas, pues todas ellas están  íntimamente relacionadas con los frutos de la cosecha. Suelen tener como límite la celebración de San Martín (importante día también entre los irlandeses), comienzo de la preparación de las matanzas del cerdo, extendidas por casi toda la península y México que tienen lugar generalmente de San Andrés (a fines de noviembre) a San Antón (a mediados de enero). En la Andalucía central en estas fechas de noviembre,  incluso se elaboran faroles de melones para ahuyentar a los espíritus, una tradición que con calabazas o “calaveras de melón” se celebra en el norte peninsular.



Halloween es así una mezcla de tradiciones sincrética que los grandes medios de entretenimiento del siglo XX adaptaron al discurso anglosajón. En las últimas décadas ha arrinconado en la península ibérica a otras celebraciones que como hemos vito, se le parecían tanto. La difusión del cine, la televisión, el imprescindible apoyo del estímulo que se ha hecho desde centros educativos, las redes sociales, la asunción por parte de las familias, y sobre todo, el importante beneficio económico que supone la celebración para múltiples empresas han conseguido colocar Halloween en el calendario.


Las evocaciones románticas de la celebración de difuntos con la representación de un don Juan Tenorio, las visitas a los cementerios para acicalar las tumbas y honrar a los antepasados, las leyendas de los montes de ánimas, de la santa compaña, y otras tantas que antes enumerábamos enraizadas en la celebración religiosa, gastronómica y festiva, son manifestaciones adquiridas con el tiempo, tradiciones sí. Como posiblemente la celebración de Halloween a la manera que se hace hoy en día, con la asunción del disfraz, la película de terror y el juego del truco o trato pueden con el tiempo afianzarse como tradición. Es lo que tiene presenciar el nacimiento de las tradiciones –cuando no sabemos si serán fallidas o triunfantes- que se las ve como faltas de la propia tradición que pretenden conseguir y que solo el tiempo les otorgará. La castanyada, la matanza o el magusto, el día de los difuntos o el día de los muertos mesoamericano fueron tradiciones nacientes, hace siglos. Y también hubo alguien que torció entonces el gesto ante aquellas extrañas costumbres.


Alfonso Salazar, 31 de octubre 2015

1 comentario:

  1. Muy buena la aclaración sobre la historia y los orígenes y muy ameno. Me ha hecho sonreir pk me he acordado de las protestas de muchos adultos cuando los jóvenes akí estaban celebrando hallowen. Lo han hecho suyo, pero no es una copia total, ellos también aportan algo cuando lo adaptan akí. En fin, ya veremos cuanto tiempo la calabaza va a formar parte de "nuestra cultura"

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