Son pocos pero son, los que han quedado
por varios continentes desperdigados,
son los que siempre iban tras voces nuevas
las que venían de dentro y no de fuera.
Son como yo propensos a la locura,
a perder el dinero y la compostura,
a beber con exceso, no tener guía
y a enamorarse varias veces al día.
No creen en naciones, dogmas, doctrinas,
familia, matrimonio y
el amor fijo.
Hablan de cosas que otros ven peregrinas
y quedan siempre fuera de las cantinas.
Y si pasan los años, inmadurables,
sin ver a esos bandidos tan entrañables,
se presentan un día sin previo aviso
ante nuestro talante, en nuestro piso.
Son ellos realmente los compañeros,
los que cómo el verano vuelven certeros.
Mientras dure este viaje que no sabemos
de donde procedía ni a donde iremos.
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