Cuando un tipo del sureste viaja hacia Madrid, el autocar
para en Almuradiel. En realidad no visita Almuradiel, sino un par de zonas de
servicio con máquinas de galletas y chucherías, patatas fritas y barra con
bocadillos inmediatos de jamón y referesco de cola en lata. ¿Quién puede sacar
algo en claro de una parada de compromiso en Almuradiel? Tiene nombre y se
llama Alejandro Pedregosa.
Alejandro paró un mes de mayo de 2011 en Almuradiel, incluso
contra su voluntad. Allí observó la fauna nuestra. Todos los escritores
observan fauna y flora. En Madrid se había montado entonces lo que la historia
y la wikipedia llaman Movimiento 15M. Un señor miraba la televisión, y
comentaba en alta voz su opinión sobre aquella manifestación que se mantuvo
días y días. El señor en cuestión, a quien creo que Alejandro y todos sus
lectores le tienen que estar agradecidos, dio el pie de una novela. Como en las
obras de teatro, la frase más oportuna avivó el escritor: el actor secundario dio voz al principal.
Así nació “A pleno Sol”, donde el subtítulo (“despierta y
ponte a soñar”) nos colocará en la situación. Alejandro ha construido una
novela en abanico, donde la trama sucede del presente hacia el pasado y se
intercala del presente hacia el futuro. O al revés. Como la escalera de un
pintor de brocha gorda, donde el rellano de madera superior tiene una bajada y
una subida, o viceversa. Como una escalera ante un espejo.
Las mejores novelas son la que empiezan a hablar al lector
cuando se ha cerrado el libro. Yo terminé hace mes y pico “A pleno Sol”, y sigo
con Chucho, Daniela, Vigo, Teresa, Jon... en la memoria. Algo debe tener lo bien
hecho cuando las páginas devoradas dejan huella.
Reconozco que tuve el honor de presentar esta novela en
Granada, donde más de cien personas arroparon a Alejandro en un hermoso
ejercicio de sintonía y solidaridad literaria. Reconozco que me hice adicto a
esa forma de contar las desgracias comunes, las alegrías de plaza tomada, las
visitas al Museo del Prado, los desayunos de cortado, las casas añejas, los vestíbulos de casas que fueron aristócratas, los árboles en un porche sin ínfulas, el paso cansado de los mercados, la pena en un diario adolescente. Reconozco que no puedo ser objetivo y neutral,
porque disfruté y soy apóstol de la literatura
que nos hace ser mejores porque nos lo pasamos bien leyendo. Me
acuso de envidiar a Alejandro como autor. Y me congratulo de coincidir con él
en planteamientos literarios, en temas de barrios y gente sencilla, en hacer la
novela negra un reflejo de la vida donde se reúnen todos los colores, y como en
la paleta del pintor, de tanta mezcla, todo es negro, pero sabremos diferenciar
los tonos si sabemos desmenuzar el proceso.
Leer fácil, escribir fácil, es la cosa más difícil que existe.
El señor de Almuradiel, a quien tanto debemos, nunca
despertó ni se puso a soñar. Al contrario que los dinosaurios.
Pues habrá que ponerlo en la Cola, detrás de "golpes tan fuertes", voy por la 144..." eso dijo la Amapola...." y " Viña Vieja", que de puro antigua su lectura, ni recuerdo por dónde iba con los Reverte y los Cortázar y sus vinos y sus trasiegos con bomba.
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