domingo, 1 de diciembre de 2019

S. Díaz


La primera sentencia sobre el caso de los ERE ha llegado tarde, tardísimo. En eso sí que se parece al caso Gürtel, todo llega tarde, las cuentas no hay con quien ajustarlas. La diferencia principal entre ambos casos, cuya comparación se utiliza siempre según ascua y sardina, no solo reside en que uno enriqueció bolsillos privados con dinero y prebenda pública y otro engrasó el proverbial clientelismo andaluz (léase sevillano, por favor). También reside en que en los papeles de Gürtel siempre sobrevoló aquellas siglas “M. Rajoy” y en los ERE, “S. Díaz” era ‘solamente’ secretaria de organización de la, ahora demostrada, agrupación socialista más corrupta: la capitalina, socialista y muy sevillana.
Los parecidos son muy razonables: apestan igual, como apestará el caso Pujol, como apestó el de las tarjetas de Caja Madrid, como ha apestado la gestión del bien público en este país desde donde alcanza la memoria: hemos crecido entre casos de corrupción. Tal y como se ha dopado a los partidos políticos en su carrera electoral, desatados de ley y orden, campando los perros con correa de longaniza hacia la carrera loca del nuevo caciquismo. Por eso, solo nos queda confiar en que la ley sigue su camino, que la judicatura no se achanta y que llega San Martín. Y entre tanto ya nos vale pedir que las leyes se ajusten, se reciclen y se nos revelen para controlar los descontrolados, sin psicosis pública, con formalidad jurídica y constancia política.
Pedir la cabeza de Sánchez es pedir la cabecita de un concejal madrileño de entonces, un mindundi que no aspiraba a gran cosa cuando la comilona sevillana estaba en auge. El PSOE nacional ya dio su propio ‘sorpasso’ sobre el PSOE andaluz -de ahí, posiblemente, aquel ajuste de cuentas en la elección de secretario general de 2017, donde la militancia tuvo claro que despegarse del embadurne sevillano era lo conveniente y mandó a S. Díaz a la oposición del partido-, entonces el partido socialista no quiso mancharse las manos sobre el tejemaneje con que se manipulaba el famoso granero de votos y con inteligencia, buscaron la alternativa, el secretario menos pringado.
Pedir en 2018 la cabeza de Rajoy era pedir la de quien era jefe de los jefes. Y aunque Gürtel sigue, pues Valencia y Madrid aún tienen que ajustar sus cuentas, la nueva dirección del PP se ha alejado de aquellas manos tiznadas y lo ha hecho efectivamente, subido a la montaña rusa de votos que ha sufrido en este mismo año: gran castigo en abril, gran perdón en noviembre, gran enemigo en flanco derecho, atención.
Los dos grandes partidos ya no están en la dinámica de la corrupción –confiemos- y los nuevos partidos parecen haber aprendido de la historia –esperemos-, así que nos queda esperar que el PSOE andaluz occidental llegue al siglo XXI, y echar una cuenta: sumar al dinero que nunca nos devolverán los bancos rescatados, los millones que la Gürtel hizo desaparecer y el dineral que los ERE repartió por la campiña sevillana.

Alfonso Salazar

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