miércoles, 25 de diciembre de 2013
LOS ALEGRES SOVIETS
Aunque perteneciente a la edición del muy reciente octavo Erizo (Erizo20), el colorido de las ilustraciones nos obliga a colocarlo en este blog, ya que la edición en papel nos obligó a su reproducción en blanco y negro. Tropezamos en la web con esta pequeña joya soviética, y metimos las imágenes -no muy cuidadas- en nuestro taller para restaurarlas. Aquí tenéis LOS ALEGRES SOVIETS.
lunes, 23 de diciembre de 2013
ITALO CALVINO: SOBRE EL ABORTO
miércoles, 11 de diciembre de 2013
viernes, 6 de diciembre de 2013
CASTRADOS
viernes, 15 de noviembre de 2013
MIS IMPRESCINDIBLES
(solo 150 y no están todos)
miércoles, 6 de noviembre de 2013
RETRATO (s) de MANUEL y ANTONIO MACHADO
RETRATO
(Manuel Machado)
Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.
Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna.
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
Con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy de prisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
RETRATO
(Antonio Machado)
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
viernes, 1 de noviembre de 2013
EL NÚMERO PI de Wislawa Szymborska
tres coma catorce.
Todas sus siguientes cifras también son iniciales,
quince noventa y dos porque nunca termina.
No deja abarcar sesenta y cinco treinta y cinco con la mirada,
ochenta y nueve con los cálculos
sesenta y nueve con la imaginación,
y ni siquiera treinta y dos treinta y ocho con una broma o sea comparación
cuarenta y seis con nada
veintiséis cuarenta y tres en el mundo.
La serpiente más larga de la tierra después de muchos metros se acaba.
Lo mismo hacen aunque un poco después las serpientes de las fábulas.
La comparsa de cifras que forma el número Pi
no se detiene en el borde de la hoja,
es capaz de continuar por la mesa, el aire,
la pared, la hoja de un árbol, un nido, las nubes, y así hasta el cielo,
a través de toda esa hinchazón e inconmensurabilidad celestiales.
Oh, qué corto, francamente rabicorto es el cometa
¡En cualquier espacio se curva el débil rayo de una estrella!
Y aquí dos treinta y uno cincuenta y tres diecinueve
mi número de teléfono el número de tus zapatos
el año mil novecientos sesenta y tres sexto piso
el número de habitantes sesenta y cinco céntimos
centímetros de cadera dos dedos una charada y mensaje cifrado,
en la cual ruiseñor que vas a Francia
y se ruega mantener la calma,
y también pasarán la tierra y el cielo,
pero no el número Pi, de eso ni hablar,
seguirá sin cesar con un cinco en bastante buen estado,
y un ocho, pero nunca uno cualquiera,
y un siete que nunca será el último,
y metiéndole prisa, eso sí, metiéndole prisa a la perezosa eternidad
para que continúe.
domingo, 13 de octubre de 2013
12 DE OCTUBRE
sábado, 12 de octubre de 2013
AQUELLOS OJOS MÍOS DE 1910, de Federico García Lorca
no vieron enterrar a los muertos,
ni la feria de ceniza del que llora por la madrugada,
ni el corazón que tiembla arrinconado como un caballito de mar.
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
vieron la blanca pared donde orinaban las niñas,
el hocico del toro, la seta venenosa
y una luna incomprensible que iluminaba por los rincones
los pedazos de limón seco bajo el negro duro de las botellas.
Aquellos ojos míos en el cuello de la jaca,
en el seno traspasado de Santa Rosa dormida,
en los tejados del amor, con gemidos y frescas manos,
en un jardín donde los gatos se comían a las ranas.
Desván donde el polvo viejo congrega estatuas y musgos,
cajas que guardan silencio de cangrejos devorados
en el sitio donde el sueño tropezaba con su realidad.
Allí mis pequeños ojos.
No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!
viernes, 20 de septiembre de 2013
DIARIO DEL HORROR
Una joven volátil, entusiasmada y enamorada de todo lo que la vida podría depararle. Estancias bajo los frambuesos campestres, ilusiones que traen los títulos académicos conseguidos y alegría ante el verano que se anuncia en 1942, cuando conoce a un encantador joven, Jean Morawiecki, a quien le une la devoción por la música romántica rusa. Pero Hélène Berr era judía. Y París, 1942 y Judaísmo eran los ingredientes precisos para la barbarie nazi.
La barbarie empieza en el Diario como si nada: su madre avisa a Hélène de la obligación de
llevar una estrella amarilla cosida a la ropa. Se rebela, pero acepta llevarla
como un símbolo de valentía. Las miradas compasivas, las repugnantes, las
indiferentes, de las gentes que habitan las elegantes calles de París, pasan
por el diario. Como la humillación de viajar en el último vagón, impuesta a los
judíos en junio de
Llega el silencio. De noviembre de
Todo ha cambiado definitivamente: “ahora el sentido del humor me parece un sacrilegio”, escribe. Los alemanes detienen a compañeras de la UGIF, institución que se pensaba estaría a salvo de las redadas. Llegan noticias, rumores, de gases en campos de concentración. Los temores de la detención se suceden. Berr deambula por un París que parece no querer saber nada. Los cristianos se asombran de las historias que cuenta: no dan crédito. Exageraciones de judíos.
Hasta aquella parada en la escritura el diario estaba escrito hacia ella. Ahora, toma como auditorio a todos los que la escucharán en el futuro, a Jean Morawieczi, a quien dedica sus anotaciones. “Descansaremos cuando estemos muertos” remedando una cita de Chéjov, de El Tío Vania, anota. Huir o quedarse. Arrepentirse en el futuro, de cualquier manera. Nunca se sabe cuando llegará el golpe definitivo. Reflexiona sobre la condición de judío, eso que ella nunca se consideró. Los otros marcan, se anuncian las consideraciones de Sartre: es el antisemita quien creó al judío.
Ante el aluvión de detenciones, los rumores, las duras anécdotas que desbroza, las dudas sobre la información que llega –incluso sobre Katyn-, los Berr se trasladan y dejan su casa en Elisée Reclus –a metros de la Torre Eiffel- para refugiarse en pisos de conocidos. El Diario calló el 15 de febrero de 1944. Faltaba medio año para la liberación de París. Un mes más tarde, lo que queda de la familia Berr es detenida en su casa, adonde han vuelto: quizá fuese el cansancio, quizá la valentía o la comodidad. Quizá simplemente una confianza excesiva en su estrella.
El día que cumple 23 años, Hélène Berr es deportada con sus padres. Antoinette muere a fines de abril en una cámara de gas. Raymond es asesinado a finales de septiembre del mismo año en Auschwitz III. Hélène es evacuada de Auschwitz y en noviembre está internada en Bergen-Belsen, donde muere Ana Frank en marzo del 45. La joven Berr sobrevive poco más un mes. Pocos días antes de la liberación del campo muere de tifus, como la pequeña holandesa, como Irène Némirovsky.
Se ha comparado el Diario con el homónimo de Ana Frank. Pero el Diario de Ana Frank nunca ha superado pruebas de veracidad. Ha sido un excelente caldo del que han bebido los negacionistas. La obra de la ucraniana Irène Némirovsky –su Suite Francesa- se acerca al punto de vista de la segunda parte del Diario de Berr, si bien es cierto que no solo la calidad literaria les separa, sino la intención. Némirovsky escribe una novela que se trufa de la realidad, de la tempestuosa huida de París de 1940, de la estancia en los campos de la Francia de Vichy, donde soldados alemanes conviven con los pueblerinos. Una novela inacabada, que tenía en su estructura, anotada por la autora, una última parte denominada La Paix. La historia contada por Berr está a pie de calle. Podemos pasear con ella del Barrio Latino a Neully, de La Concorde al Campo de Marte. Y podemos acompañarla en los últimos meses, donde la consciencia del horror asaltó las notas del Diario.
Referencias:
Diario Helene Berr , Anagrama, 2009
Mapa de París, con indicaciones de los lugares que refleja Berr en su novela
(https://maps.google.es/maps/ms?msid=200433027945728965407.0004e3eb74ace1c2cbff1&msa=0&ll=48.858503,2.3176&spn=0.073298,0.132351)
viernes, 13 de septiembre de 2013
El viajero de sí mismo, de Pablo Rokha
y viejas tumbas llenas de pasado,
cubierto con cabello horripilante
del gran sepulcro universal tragado.
Acumulo mi yo exorbitante
y mi ilusión de Dios ensangrentado,
pues soy un espectáculo clamante
y un macho-santo ya desorbitado.
Mi amor te muerde como un perro de oro,
pero te exhibe en sus ancas de oro.
Wínétt, como una flor de extranjería.
Porque sin ti no hubiera descubierto
como una jarra de agua en el desierto
la mina antigua de mi poesía.