sábado, 21 de marzo de 2009

LOS GÉNEROS DEL DOLOR Y EL ABANDONO: 07, LA PRIMERA PERSONA DEL PLURAL

Bien. Tango y copla. Copla y tango. Melodías que adornaron los tendederos de la posguerra, que resbalaron por el fango de las plazas donde una orquesta hacía palpitar los farolillos de verbena. El tango de los hombres lastimeros y la copla de las mujeres sometidas. El tango del giro enérgico, la media de rejilla, el borsalino ladeado. La copla de abanico y volantes, pañuelo al cuello y sombrero cordobés. Tangos de letras infinitamente tristes, abandonos, cuerpos doloridos de miseria y calle oscura. Coplas también de rufianes, amores no correspondidos, mujeres enamoradas sin reja adonde dirigir un susurro de besos.
Pero también el bolero. Si el tango se hacía baile -en un juego de sexo, piernas abiertas, cintura exprimida-, la copla taconeaba, se balanceaba y sonreía de lado a una cámara nazi en los años treinta. En el bolero se dio la oportunidad del encuentro de los cuerpos. Las quejas del bandoneón o el redoble de las castañuelas se convertían en un abrazo oscuro al ritmo impenitente de la tumbadora y el bongó.
Si el tango era el hombre y la copla la mujer, el bolero se manifestó como la consecución de la primera persona del plural, el Nosotros.
Frente a la desgarradora cantinela del tango y el cimentado raigón de la copla, el bolero traía el tufo de la ternura, de la esperanza en el amor eterno. Ese que, aunque se haya acabado, persiste.
Toda una vida me estaría contigo. Con ellas quiero decir te quiero, te adoro, mi vida. Como si fuera esta noche la última vez. Que cuando digo tu nombre tengo envidia de mi voz. No existe un momento del día en que pueda apartarme de ti. Aunque el bolero también nos muestre la cara del final, un final más de drama romántico que de tragedia griega, como nos mostraría el tango. Fue tu amor una mentira. Yo confiaba ciegamente en la fiebre de tus besos. En la boca llevarás sabor a mí. Lo dudo, que halles un amor tan puro, como el que tienes en mí.
El bolero parte casi siempre de la experiencia compartida, de un tú y yo que conforman un nosotros, mientras los y yo de la copla y el tango pueden tender a tríos insospechados, soledades tremendas o muertes sangrientas que deshacen los dúos.

Hice referencia en pasados artículos al abandono. La cumbre de los cantos del dolor. Diseccionamos tangos y nombramos coplas: Fuimos y Confesión, Falsa Monea, Victoria… Sin embargo, el adiós de los boleros es siempre una despedida con melaza de caña, saxofón y trompeta, martirios interiores y convencimientos de haber dejado una indeleble señal en el alma de la persona amada, que jamás será olvidada. Esa señal indeleble se muestra como una participación del corazón, algo que se compartió y deja la marca. El rencor se amordaza ante el fulgor de un pasado siempre tan hermoso, de unas heridas que ya no matan aunque tanto duelan.
Compasión, resignación, optimismo, candidez, serían los adjetivos que ilustrasen el bolero. En el bolero unas gardenias se mueren cuando el amor es traicionado por otro querer (aunque la tuna mantendría vivos sus clavelitos en un mismo accidente botánico). En el bolero la renuncia al amor disputado se manifiesta en una entrega mercantil, como hará Llévatela. O en un hermoso resbalón hacia el final sin profundo lamento como canta La Mentira al decir tras el magistral y hoy resulta que no soy de la estatura de tu vida, un manso ni siquiera tengas pena por dejarme.
El bamboleo de la orquestina no deja caer en la frustración. Un amor perdido se convierte así en un canto gallardo. Mostrando además en un fabuloso rizo aquello que dice Cuando vuelva a tu lado: No me preguntes nada, que nada he de explicarte. Al fin y al cabo, como nadie podría esperar de un tango, o de una copla, el amor ha vuelto y promete quedarse toda una vida.

sábado, 14 de marzo de 2009

INMOLACIÓN DE JACQUES DE MOLAY

No sucedió que en la mañana del 18 de marzo de 1314 el Papa Clemente V se revolvía en su cama y le asaltaron tremendas pesadillas. Un ángel colocaba un pie sobre la tierra y otro sobre el mar. Sonaba la séptima trompeta. Las visiones del Apocalipsis atronaron como un presagio.

Clemente oyó la voz de San Juan, convertida en la de Hugo de Payns fundador de la Orden del temple casi dos siglos antes, anunciarle su muerte en no menos de un mes si su sucesor, Jacques de Molay era enviado finalmente a la hoguera tal y como había resuelto el Concilio de Vienne.

Bertrand de Got se revolvió de nuevo en su cama y le asaltaron tremendas alucinaciones. Se acercó al balcón para aspirar aire fresco con la voz de Hugo de Payns en sus oídos y transformado en San Gabriel anunciando a todo el cielo de Avignon el último paso del templario. Los tremendos secretos escuchados en la confesión de los procesados caballeros del Temple en la ciudad de Poitiers, adonde fueron convocados, dejaban en la frente del Papa el sudor del devenir de la Historia sin detención posible. Así se consumía el calvario del sucesor de Benedicto IX, aquel pontífice que murió de empacho de higos en la silla de Pedro, desde que empezó la pesadilla siete años atrás.

Un viernes trece de octubre el rey Felipe de Francia lanzó como perros de presa a sus senescales y gobernadores sobre los caballeros del Temple. Y detuvo entre ellos a Jacques de Molay, padrino de su hijo y que el día anterior acompañaba a Su Majestad en el entierro de la princesa, llevando cintas al unísono. Clemente, sobrino del Gran Maestre Bertrand de Blanquefort y anguila de la laboriosa política de Europa concibió despavorido cómo su aliado francés deseaba desquitarse de un Estado que dentro del Estado de Francia era el gran acreedor del rey –pródigo en su gobierno- y abalanzarse sobre las propiedades de la Orden que Pedro del Bosque hizo valorar en 800.000 libras tornesas ante los ávidos oídos del soberano.

Pero el proceso había sido concluyente. El Gran Inquisidor de París Guillermo Huberto debía cumplir la farsa. No en vano, conminados los caballeros a abjurar de la confesión de atrocidades, sus veladas de sodomía con los jóvenes iniciados y los escupitajos sobre la Cruz de Cristo, se confesaban esta noche inocentes, y mañana culpables, ante el rostro estupefacto de los enviados del Papa que todo intentaban -consideraba Bertrand de Got-, por salvar aquellos cuerpos, que no las almas, de la perdición terrena. Nada era más imperdonable que la retractación.

La mañana del 18 de marzo de 1314 Felipe el Hermoso contemplaba agradecido el fin de remate de su trazado y no sabía de los sufrimientos de Clemente V, amenazado por el propio Primer Gran Maestre.

Bajo el arco del ángel, con un pie en la tierra de Francia y otro en el mar de Francia, Bertrand de Got, el Papa Clemente V, contempló el día de su coronación en Lyon, cuando el rey Felipe sujetaba la brida de su caballo y una pared se desplomó matando a diez invitados, cuando en la borrachera del banquete la familia de los Orsini, que pujaban por la memoria del infausto Bonifacio sacaron sus dagas y la clavaron en el pecho del hermano del Papa. No pudo empezar peor, se decía Bertrand de Got viéndose con la tiara en la mano, empequeñecido, mientras el Primer Gran maestre hacía pasar su ábaco entre las piernas del ángel, amenazando con un solo mes de vida si Jacques de Molay muere en la hoguera de París.

Clemente V envió su última comitiva. Tres legados avisaron en Palacio. Era el último intento del Papa desesperado por salvar la cabeza. Nos hemos tenido una revelación, se murmuró convencido. Los enviados debían juzgarles y perdonarles la vida. Se sentaron ante los caballeros: allí estaban el vigésimo segundo maestre de la Orden, Jacques de Molay, el Gran Visitador Hugo de Piraud, el comendador de la orden de Normandía Geoffrey de Charnay y el hermano del Delfín de Auvernia. Los legados papales abrieron los ojos pasmados. Tras la lectura de la sentencia confesaron, luego se levantaron, se retractaron, volvieron a confesar, proclamaron su inocencia, desenmascararon sus vicios, los repudiaron, confesaron de nuevo su vileza. El cardenal Albano se levantó turulato. Debería condenar a quienes él debía salvar. Sólo Hugo de Piraud callaba, consciente de la voluntad de la sentencia. El silencio significaba sólo pena en prisión.

Treinta y nueve caballeros avanzaron hacia el cadalso. El Gran Maestre se desnudó y rogó ser atado al poste con las manos entrelazadas para ser recibido por Dios. Giró su rostro a Notre-Dame cuando el fuego comenzó a cubrir sus piernas. La voz de Hugo de Payns susurró al oído del Rey que moriría nueve meses después de caer de un caballo, si Jacques de Molay, su compadre, era inmolado. Felipe el Hermoso palideció. La muerte les llegó con dulzura, extasiados ante la visión de la Virgen, la muchedumbre acalló sus calumnias ante imagen tan sublime.

Un mes más tarde no sucedió que Clemente V moría en Rochemaure, Provenza, ni Felipe IV el hermoso, rey de Francia caía de un caballo. Pues fue el Gran Visitador Hugo de Piraud, silencioso, quien montó en el carruaje del holocausto bajo la toga del Gran Maestre. Con su silencio había comprado la vida de Jacques de Molay, que cabalgaba hacia Portugal

miércoles, 11 de marzo de 2009

EL DETECTIVE DEL ZAIDÍN

PRÓXIMA APARICIÓN: 18 DE MARZO 2009 (SERIE LA TRAMA, EDICIONES B)
Por un barrio de obreros de la ciudad de Granada pasea su barriga el detective Matías Verdón, un entrañable cincuentón que no sobresale precisamente por su instinto. Su inseparable Desastres es un ex cartero escuchimizado más pendiente de los chatos de vino que del reparto de certificados. La muerte de un tío lejano de su compadre en un psiquiátrico de la ciudad sumerge a Verdón en una investigación más compleja de lo previsto. Por una parte, tendrá que desvelar los pormenores de la muerte del tío del Desastres. Por otra, se enfrentará al asesinato de una joven doctora. Contratado por el gerente del sanatorio, Verdón llegará hasta Sevilla en sus pesquisas. Eso sí, en plena Semana Santa y pocos días antes del alumbramiento de la EXPO´92.Con Matías Verdón y el Desastres llegan a la novela negra dos antihéroes inolvidables. Una aventura llena de asesinatos, peligros, acción y, sobre todo, mucho humor.

jueves, 5 de marzo de 2009

ANDREU BUENAFUENTE A PEPE RUBIANES

Tal como está el mundo en estos momentos (hecho una mierda), no podemos permitirnos que Pepe Rubianes se haya marchado. Pero habrá que hacerse a la maldita idea de su desaparición porque la vida es un mal guión en el que, al final, te mueres. Todos los que queremos y seguimos a Rubianes, estamos desorientados, tristes y nos resistimos a hablar en pasado. Personalmente, voy a pensar que se ha ido a uno de sus innumerables viajes, -posiblemente África- y que cuando vuelva, nos comeremos un arrocito en su Barceloneta y luego daremos un paseo y me preguntará si tengo novia y si todavía tengo programa. Recordaré toda la vida un paseo nocturno de más de dos horas “parecemos maricones nene”, en el que aprendí más que en cuatro años de carrera que, por otro lado, no tengo.
No quiero pensar en un Rubianes ausente, porque la huella que ha dejado en todos nosotros es de tal dimensión que siempre, repito, siempre estará presente en nuestra vida, en nuestros recuerdos, en mi oficio, en algunos de mis gestos, en unos cuantos cabreos contra los intransigentes de turno y en mil detalles más que están ahí o irán apareciendo.Pepe era, sobretodo, un hombre libre. El más libre que he conocido jamás. Pensaba y decía lo que le daba la gana. Vivió la posguerra y la democracia, era culto y sensible, así que veía venir a los gilipollas de turno, una hora antes. Todo eso, mezclado con su propia vida y una observación ácida y crítica del mundo, era la materia de la que estaba hecho su teatro: genialmente autobiográfico.
Tenía unos cuantos amigos y miles de seguidores. Al primer grupo nos cuidaba como un hermano mayor. Al segundo grupo, les daba lo mejor. Su sonrisa de jocker, sus subidas de tono, su afilada puntería contra el facherío y las imposturas de una sociedad demasiada preocupada por el que dirán. A Pepe le importaba un huevo lo que dijesen, porque cuando la gente decía chorradas, él ya no estaba. “Cuando no hablo yo me aburro”, solía bromear. Tenía razón y tenía motivos.Lo primero que he pensado es que hay que dignificar su memoria. Vale ya del asunto de Tv3 y su crítica a la unidad de España. El que resuma su carrera con ese episodio es un simplista. Además, Pepe reconoció su salida de tono pero dijo lo que muchos pensamos: que ya está bien de que den lecciones los más sospechosos del pueblo. Que la gente es libre para pensar, sentir, reír, follar, beber, fumar y volver a empezar si quiere. Que los valores de uno mismo se demuestran en privado y que, al final, solo quedan los buenos momentos.
Pepe, con su herencia de risas, nos ha hecho millonarios. No es dinero. Es mejor. Se trata de la comedia en estado puro que hoy despide al maestro. Esperemos estar a tu altura Pepe. Y llama cuando llegues, deja de fumar y guárdame un asiento a tu lado. Yo quiero ver el juicio final contigo, partiéndome el culo.

martes, 3 de marzo de 2009

UNO DE MARZO, EN EL CALDERÓN OTRA VEZ

El 1 de marzo de 2008 el Barcelona visitaba el Vicente Calderón. Mediada la primera parte el club catalán alcanzaba el liderato. Ronaldinho había hecho crujir el Manzanares con un golazo de chilena. El Madrid parecía un equipo que por fin se iba a hundir. El Gaúcho parecía resurgir de sus cenizas. La segunda parte hizo que el Barça atravesase finalmente el espejo. Se marchaba con una derrota por 4-2 y dejaba al Madrid como líder, tras remontar en Huelva.
A partir de aquella jornada 26 de la liga 2007-2008 comenzó un calvario blaugrana. ya sabemos como terminó el asunto: con Ronaldinho saliendo con su sonrisa infeliz por la puerta de atrás, Deco con los galones perdidos y Eto´o en un salgo me quedo que duró hasta septiembre.
Esta vez ha sido la jornada 25, el mismo día y un año después. Aún el Madrid no está por encima, pero han saltado las dudas. Aquel equipo invencible de hace menos de un mes se dejó el control del partido en el Calderón, aunque empezase como un año antes, pero con un golazo de Henry esta vez, que podría competir con la chilena de Ronaldinho.
Hay grandes diferencias: si bien fue extraña la impresionante primera vuelta del Barcelona, que sorprendió a España, Europa y medio mundo, esta temporada el equipo tiene mimbres para levantarse -como dice Guardiola. No se trata del fin de un ciclo, de aquellas boqueadas del 1 de marzo de 2008. Debe ser el principio de una nueva era que ha pecado de fanatismo. Sin embargo, ha bastado esa primera vuelta de esplendor para que cualquier equipo sepa cómo afrontar el juego azulgrana. Secar a Xavi, atacar la banda de Alves - que para nuestro placer siempre atacará mejor que defender- y atar en corto a Messi. Henry y Eto´o pueden hartarse de correr. Ya los pararán los centrales. Con el centro del campo maniatado, Touré tiene que multiplicarse. Quizá habría que pensar, en algunos momentos en dejar que el rival jugase la pelota y demuestre qué sabe hacer. Liberaría al centro del campo creativo, posibilitaría la llegada de la línea de controcampistas y explotaría las condiciones de la delantera. Pero este Barcelona no sabe, ni quiere, jugar sin balón. Esa es la filosofía bruja.
Y un dato escalofriante: ocho goles encajados en tres partidos supone un gol y pico cada 45 minutos. Hasta ese momento sólo habían encajado dieciseis en veinte y dos partidos, un tercio de gol cada 45 minutos, esto es, que la defensa ha cuadriplicado sus agujeros. Y eso que jugaban Puyol y Márquez.

lunes, 2 de marzo de 2009

EL TEMA DE LA HORA

Interesante reflexión. Resulta que el Spain is different reside en una cuestión de husos horarios. Cosas de Franco…

EN PORTUGAL, NI LLUEVE, NI HACE SOL

Basta con ver la mayoría de los “mapas del tiempo” de cualquier cadena de TV española. En Portugal nunca pasa nada: una mancha marrón, o gris. Allí ni llega el anticiclón ni martillea la borrasca. Luego, algunas cadenas, nos dicen el clima previsto en EEUU o el Perú. Pero de Portugal ni mijita. Viva que viva la Península. Saramago, perdónanos.