La absoluta contradicción entre protección del medio ambiente y el sistema económico se da en la locura esquizofrénica de la Navidad. Cada vez que un Ayuntamiento ha contado el número de lámparas LEDS, para presumir; cada vez que ha medido un funcionario la altura de un árbol eléctrico, el diámetro de una bola, el número de barcazas de una noria; cada una de esas veces, en tanto una distribuidora eléctrica se frotaba las manos, descontábamos varios minutos para el agotamiento energético.
Se trata de un sistema, se trata de cómo vivimos en este sistema. Se trata de reflexionar a qué vamos a renunciar y empezar a pensar qué necesitamos y qué no. Se trata de elegir. Se trata de resolver la ecuación de la contradicción en la que vivimos: esa que se muestra entre estar en camiseta con la calefacción a tope o echarse una toca y ajustarse un batín; esa que permite volar en dos horas al quinto pino, mirar el paisaje por un móvil, fotografiarse a sí mismo y volver en dos días, en tanto podía haberse hecho las fotos al lado de casa, al fin y al cabo; la contradicción entre la sensación de libertad de disponer de coche y la bola con cadenas que es tener un coche; la contradicción entre fomentar el transporte público pero no actualizar la flota; la contradicción entre evitar comprar las bolsas de supermercado a 5 céntimos el euro y comprar verdura envuelta en plástico que meter en una bolsa de rafia; la contradicción entre ahorrarse dos euros comprando por internet aunque ese ahorro suponga un mayor coste presente y futuro en los costes de transporte… Hay muchas contradicciones y la conclusión es incómoda: decrecer, renunciar, reducir el consumo, colapsar la economía actual para buscar una economía alternativa.
Una niña lo ha dicho en voz alta. Es verdad que es una niña que parece enfadada. Yo quisiera haber estado tan enfadado como lo está ella cuando tuve 17 años, al menos por la cuestión que ella muestra el enfado. Quizá no es justo reivindicar que el único mundo posible será solo de los jóvenes, que todos los adultos de hoy son los culpables: el malestar está hoy y la responsabilidad es tanto por el futuro como por el presente. Esa niña, esa niña que hace que los adultos aniñados se enfurruñen, que los adultos acomplejados se quejen, que los adultos picajosos pidan que la niña vaya al colegio y calle, que los adultos conspiranoicos saliven; esa niña que nunca encendería millones de luces de Navidad con alegría desmedida, impúdica, que mirará con extrañeza las bolas gigantes de Navidad, que sabe que la alegría no está en el dispendio, esa niña que propone distinguir entre valor y precio, esa niña es la que me representa. La que representa a este adulto. Me representa en la multitud de los parques comerciales y bajo la luz obscena que confunde celebración con espectáculo. Feliz Navidad.
Alfonso Salazar