Tal como está el mundo en estos momentos (hecho una mierda), no podemos permitirnos que Pepe Rubianes se haya marchado. Pero habrá que hacerse a la maldita idea de su desaparición porque la vida es un mal guión en el que, al final, te mueres. Todos los que queremos y seguimos a Rubianes, estamos desorientados, tristes y nos resistimos a hablar en pasado. Personalmente, voy a pensar que se ha ido a uno de sus innumerables viajes, -posiblemente África- y que cuando vuelva, nos comeremos un arrocito en su Barceloneta y luego daremos un paseo y me preguntará si tengo novia y si todavía tengo programa. Recordaré toda la vida un paseo nocturno de más de dos horas “parecemos maricones nene”, en el que aprendí más que en cuatro años de carrera que, por otro lado, no tengo.
No quiero pensar en un Rubianes ausente, porque la huella que ha dejado en todos nosotros es de tal dimensión que siempre, repito, siempre estará presente en nuestra vida, en nuestros recuerdos, en mi oficio, en algunos de mis gestos, en unos cuantos cabreos contra los intransigentes de turno y en mil detalles más que están ahí o irán apareciendo.Pepe era, sobretodo, un hombre libre. El más libre que he conocido jamás. Pensaba y decía lo que le daba la gana. Vivió la posguerra y la democracia, era culto y sensible, así que veía venir a los gilipollas de turno, una hora antes. Todo eso, mezclado con su propia vida y una observación ácida y crítica del mundo, era la materia de la que estaba hecho su teatro: genialmente autobiográfico.
Tenía unos cuantos amigos y miles de seguidores. Al primer grupo nos cuidaba como un hermano mayor. Al segundo grupo, les daba lo mejor. Su sonrisa de jocker, sus subidas de tono, su afilada puntería contra el facherío y las imposturas de una sociedad demasiada preocupada por el que dirán. A Pepe le importaba un huevo lo que dijesen, porque cuando la gente decía chorradas, él ya no estaba. “Cuando no hablo yo me aburro”, solía bromear. Tenía razón y tenía motivos.Lo primero que he pensado es que hay que dignificar su memoria. Vale ya del asunto de Tv3 y su crítica a la unidad de España. El que resuma su carrera con ese episodio es un simplista. Además, Pepe reconoció su salida de tono pero dijo lo que muchos pensamos: que ya está bien de que den lecciones los más sospechosos del pueblo. Que la gente es libre para pensar, sentir, reír, follar, beber, fumar y volver a empezar si quiere. Que los valores de uno mismo se demuestran en privado y que, al final, solo quedan los buenos momentos.
Pepe, con su herencia de risas, nos ha hecho millonarios. No es dinero. Es mejor. Se trata de la comedia en estado puro que hoy despide al maestro. Esperemos estar a tu altura Pepe. Y llama cuando llegues, deja de fumar y guárdame un asiento a tu lado. Yo quiero ver el juicio final contigo, partiéndome el culo.
No quiero pensar en un Rubianes ausente, porque la huella que ha dejado en todos nosotros es de tal dimensión que siempre, repito, siempre estará presente en nuestra vida, en nuestros recuerdos, en mi oficio, en algunos de mis gestos, en unos cuantos cabreos contra los intransigentes de turno y en mil detalles más que están ahí o irán apareciendo.Pepe era, sobretodo, un hombre libre. El más libre que he conocido jamás. Pensaba y decía lo que le daba la gana. Vivió la posguerra y la democracia, era culto y sensible, así que veía venir a los gilipollas de turno, una hora antes. Todo eso, mezclado con su propia vida y una observación ácida y crítica del mundo, era la materia de la que estaba hecho su teatro: genialmente autobiográfico.
Tenía unos cuantos amigos y miles de seguidores. Al primer grupo nos cuidaba como un hermano mayor. Al segundo grupo, les daba lo mejor. Su sonrisa de jocker, sus subidas de tono, su afilada puntería contra el facherío y las imposturas de una sociedad demasiada preocupada por el que dirán. A Pepe le importaba un huevo lo que dijesen, porque cuando la gente decía chorradas, él ya no estaba. “Cuando no hablo yo me aburro”, solía bromear. Tenía razón y tenía motivos.Lo primero que he pensado es que hay que dignificar su memoria. Vale ya del asunto de Tv3 y su crítica a la unidad de España. El que resuma su carrera con ese episodio es un simplista. Además, Pepe reconoció su salida de tono pero dijo lo que muchos pensamos: que ya está bien de que den lecciones los más sospechosos del pueblo. Que la gente es libre para pensar, sentir, reír, follar, beber, fumar y volver a empezar si quiere. Que los valores de uno mismo se demuestran en privado y que, al final, solo quedan los buenos momentos.
Pepe, con su herencia de risas, nos ha hecho millonarios. No es dinero. Es mejor. Se trata de la comedia en estado puro que hoy despide al maestro. Esperemos estar a tu altura Pepe. Y llama cuando llegues, deja de fumar y guárdame un asiento a tu lado. Yo quiero ver el juicio final contigo, partiéndome el culo.
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