jueves, 5 de abril de 2012

EL RASTRO DEL NEGATIVO


Aquel primero de diciembre la casa estaba más fría que de costumbre. El fotógrafo reanimaba el fuego con las fotografías sobrantes, las malas tomas, la luz importuna, el resultado imperfecto, quemar lo que no sirve.
Luego abrió la caja de negativos y miró al trasluz las imágenes de su memoria. Olía mal.

(Arriba, lloraba alguien)

Seleccionó los negativos dispuestos a la chimenea, al agujero de fuego y la consumición. Junto a la estufa los recortó y los seleccionó por momentos y recuerdos. Tomó aquel negativo y lo puso cerca de las llamas para ver al trasluz.

(Alguien bajaba la escalera)

La luz del fuego mostraba el pelo blanquecino y una sonrisa radiante en una playa feliz: el calor ya deformaba el plástico.

(Cuando miró hacia atrás ella le miraba con ojos de rabia, sin sonrisa ni playa. Y tenía ahora el pelo cano y ojeras).

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