Es de esas noches en que uno sueña con ser un líder de opinión
en Internet, porque quisiera lanzar un boca a boca enorme y fiable. Pero debe
contentarse uno con su realidad y su círculo, que será escaso, pero elegido. Asistimos un
grupo de amigos esta noche al Cabaret Popescu. La gente de Laví e Bel nos tiene
acostumbrados a veladas hermosas. Y no defraudan, pues casi nunca lo hacen. Hay
cabezas perfectamente amuebladas detrás y delante de bambalinas. Esta vez sirven cena con cabaret. La
cena no defrauda en absoluto, pues la concibe un chef que es pope de la cocina, pero el aliño de cabaret da la vuelta a todo lo
visto en esta ciudad, y creo que en otras muchas. Ignorante puedo ser, si
quieren, pero sé que jamás mantuve tanto tiempo la sonrisa como esta noche. Y
tuve mis dudas, porque 50 y pocos euros uno los ve de lejos y hacen cric crac en la
cuenta corriente. Pero es lo que muchísimos se gastan para ver un gol en Los Cármenes
y un tiro al poste, y se lo pulen y pico mil personas cada quince días. O en
una noche excesiva de cañas y copas. Cabaret Popescu te reconcilia con algo que
solo la vida describe, como es la convivencia, con otros, los que están a tu
lado y disfrutando, riendo al compás. Y todo ello con una interpretación de músicos
y actores de todos los sexos que te mantienen vivo el espíritu de vivir y ser vivido por
una noche, y todos los días que se vienen. Tuve la suerte de ir. Y comprobé que
hay cosas que valen más de lo que cuestan. Un anuncio de una tarjeta de crédito
decía algunas ocurrencias sobre qué no valía dinero –y recuerden, para todo lo demás, MasterCard-, pues
bien, hoy he comprobado y disfrutado lo que no tiene precio ninguno, lo que una
tarjeta de crédito jamás podrá comprar. Y si ustedes no van, no pasa nada,
siempre quedará preguntarles dentro de quince años: ¿Fuiste de los que jamás pasaron por el cabaret aquel que hacían en
CajaGranada? Foh.
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