No sin razón están los medios de comunicación catalogando al Real Madrid de épico. Épica por allí, épica por aquí, épica de toda la vida, épico partido, épico arreón. La Épica siempre tiene tufo a testoterona, a atarse los machos, a tener más cojones que nadie. Por eso es cierto el calificativo: Robben parece un Filípides de blanco, el soldado de Maratón, enjuto y a pique de un repique; Higuaín espadachín, mosquetero que contra todos arremete; Raúl, pistolero de western, buscando un duelo; Gago melena al viento; Pepe más cerca del pressing catch, pero de verdad (le falta el antifaz y la capa); Casillas, como Guzmán el Bueno, defiende la almena…
Hombres hechos y derechos, dirán, muchos huevos. Eso tiene la épica, un resabio detestable, amargor de masculinidad, pestazo de sudores y orgullos sicóticos. Por eso no soporto la épica. Y sólo me vale contada por Defoe o por Stevenson, que nunca es tanto; o por Sender, cuando abunda en la miseria humana.
El Barcelona, por el contrario, y desde hace años -con excepción de una evitable época Van Gaal- trabaja desde la Lírica. Ojalá ahora sean buenos tiempos para la Lírica y dejemos la violenta épica, la rudeza, la ostia de genio.
Y es que siempre he sido más de la Lírica que de las cosas por cojones.
Hombres hechos y derechos, dirán, muchos huevos. Eso tiene la épica, un resabio detestable, amargor de masculinidad, pestazo de sudores y orgullos sicóticos. Por eso no soporto la épica. Y sólo me vale contada por Defoe o por Stevenson, que nunca es tanto; o por Sender, cuando abunda en la miseria humana.
El Barcelona, por el contrario, y desde hace años -con excepción de una evitable época Van Gaal- trabaja desde la Lírica. Ojalá ahora sean buenos tiempos para la Lírica y dejemos la violenta épica, la rudeza, la ostia de genio.
Y es que siempre he sido más de la Lírica que de las cosas por cojones.
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