Una mujer de mi rango no puede llorar
un amor de felonía.
Mis plañideras a sueldo
te llorarán por mí en el ocaso.
No me delatará mi garganta ya muerta,
ni podrá pronunciar nunca más tu nombre.
Las cantoras desmayarán las casidas
que bajo falso nombre te he escrito.
Enmohecidos laúdes se pudrirán de abandono
tras las celosía de los patios.
El ruiseñor de nuestros encuentros
será atravesado por flecha de mi ballesta.
Sólo la almohada de azahares
conocerá el amortiguado llanto
y la expiación de mi orgullo.
un amor de felonía.
Mis plañideras a sueldo
te llorarán por mí en el ocaso.
No me delatará mi garganta ya muerta,
ni podrá pronunciar nunca más tu nombre.
Las cantoras desmayarán las casidas
que bajo falso nombre te he escrito.
Enmohecidos laúdes se pudrirán de abandono
tras las celosía de los patios.
El ruiseñor de nuestros encuentros
será atravesado por flecha de mi ballesta.
Sólo la almohada de azahares
conocerá el amortiguado llanto
y la expiación de mi orgullo.
Quien te cantó entre los granados
es hoy mujer de zarza y ortiga,
por sus pezones rezuma
leche cuajada de adormidera.
¡Ay, qué muerte tan cuitada me diste!
¿Qué será de mí en las auroras
sin la brasa de tu piel
en el sepulcro frío mi lecho?
Por vestirme de luto me amenazan
por un amado que me han muerto con la espada.
¡Qué Dios tenga clemencia con quien sea
liberal con sus lágrimas,
o con quien llore por aquél que mataron sus rivales,
y que las nubes de la tarde,
con generosidad como la suya,
rieguen las tierras donde quiera que se vaya!
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