Benditos sean los indecisos, los que por la mañana piensan naranja y por la noche azul, los que pueden ir de la derecha al centro-izquierda sin despeinarse. Benditos los que confunden ‘más’ con ‘suma’ y ‘país’ con ‘España’. Benditos los que resuelvan castigar al Uno para levantar al Otro cuando castigaron al Otro y levantaron al Uno hace pocos meses. Sean benditos todos los que basculan su pensamiento político, aquellos que sin fidelidad carnetaria discurren de uno a otro lado ideológico como en pistas de skate.
Benditos los que eligen lo que les va en gana, los que no mantienen más lealtad que la que merece su futuro y nunca la que dispusieron en su pasado. Sean benditos los que duermen satisfechos la noche de reflexión y en la mañana feliz de la fiesta democrática toman café con churros y a pie de mesa deciden su voto y a pie de urna dan su recado a los sondeos de opinión. Lo sean aquellos que no se cuelgan una acreditación de interventor para no hipotecar su pensamiento a la probidad del partido –o la agrupación de electores-. Benditos aquellos que se acercarán a la cabina de los secretos con el alma abierta a la sugerencia y la inspiración del último momento con un variopinto puñado de papeletas entre los dedos.
Benditos sean los tránsfugas de pensamiento, de obra y omisión, de voto y de abstención, que son los que alimentan las encuestas, los vaivenes, los que empuñan el justiciero látigo de castigo al político inane. Benditos sean los españoles y españolas, benditas, que van a mover el juego de partidos, la sonda alimenticia de las tertulias y los desvelos de las candidaturas. Benditos sean los que pueden mover su apoyo por el arco parlamentario y que sean ellos quienes desatasquen los empates y los enroques. Benditos aquellos que se decidan a empujar las balanzas. Porque el resto, los convencidos del voto, los leales al suyo, los decididos incólumes por la abstención, van a dejar retratado el país tal y como estaba.
Sean benditos los que pueden mover los hilos de las coaliciones, los que sacarán la sonrisa de unos y el rictus de otros en la noche electoral, los que no aplauden ni lamentan, sino que observan y quienes a veces, en la soledad, se arrepienten y les basta pensar que quizá en pocos meses, haya otra oportunidad de elegir otra papeleta. Benditos sean los que quieren recibir todas las papeletas en casa, sea en uno o en varios envíos, para disponerlos sobre la mesa de camilla, leer con atención los programas, escrutar las listas electorales, descubrir los nombres escondidos, reconocibles, y decidan enviar a Sebastián Pérez al Senado, por ejemplo, si es que no dudan en colocar esa misma cruz sobre el improbable invento reciente del errojonismo, porque tanto les vale que vale tanto.
Benditos sean los votantes del Centro que no existe, los de la derecha con ancha tragadera, los de la izquierda oscilante. Benditos los que pendulan, los que protagonizan el trasvase del voto, los que piden que les devuelvan el voto prestado, los que confían en que, realmente, hay alternativa. Benditos sean porque de ellos son las próximas elecciones.
Alfonso Salazar
No hay comentarios:
Publicar un comentario