jueves, 12 de junio de 2008

DETECTIVES EN LA GUANTERA 05: ERAST FANDORIN




Grigori Shálvovich Chjartishvíli (1956) es un autor georgiano, asentado en Moscú, conocido por el seudónimo de Boris Akunin. El curioso seudónimo, le proviene (dicen) de su significado en japonés, que viene a ser algo como “bandido noble” o “chico malo” (hay versiones). Akunin, como su personaje más destacado, tiende un puente entre Japón y Rusia, países entrelazados por la historia, alianza fraguada en la cultura oriental que Euro-América siempre mira con precaución. No en vano, Akunin es traductor de Mishima. Sin embargo, si escribimos su nombre con sigla leeremos “B. Akunin”, que suena indefectiblemente al revolucionario ruso. Mijail Alexándrovich Bakunin, el aristócrata anarquista, el mismo que pensó en que era posible transformar Rusia (¡qué digo Rusia!, ¡y el mundo!) a través de la acción directa y la utopía del anarquismo colectivo. El ideólogo ácrata murió en el año 1876, y ese mismo y exacto año es el que Boris Akunin toma para el inicio de una múltiple serie, a caballo entre la ficción con escenario histórico y la novela negra, protagonizada por Erast Petrovich Fandorin.Fandorin es una mezcla de James Bond y Miguel Strogoff. Sus novelas, ricas en estilo y género, van desde la conspiración terrorista internacional, con secretas organizaciones empeñadas en transformar el mundo a través del progreso de la ciencia –estamos en la eclosión del positivismo-, hasta el espionaje en el frente de guerra ruso-turco en los Balcanes, la intriga en el mejor estilo de Ágatha Christie o Conan Doyle a bordo de un lujoso transatlántico –falta el asesino mayordomo- o se ve inmerso en los cimientos de la guerra civil rusa, el asesinato político y la larga mano del zar. Boris Akunin tiene la virtud de tomar herencias de los grandes narradores del diecinueve, y su estilo, sus pretensiones, sus citas, homenajean ese legado. Absolutamente absorbente, las andanzas de Erast Fandorin constituyen una serie formal que se inicia con el primer trabajo de un jovenzuelo en la policía moscovita, que emprende, gracias a su genio y su intuición una escalada en la pirámide social rusa que le conduce en poco menos de trescientas páginas –las que tiene El ángel caído, la primera novela de la serie- a emparentar con la alta burguesía rusa y a fichar por el Ministerio de Exteriores como diplomático. Aunque el enlace le traerá tal dolor que le dejará la tartamudez y las patillas canosas.

Lamentablemente, Salamandra, la editorial que publicó sus primeras cuatro novelas ha olvidado traducir las ocho siguientes. Doce novelas (si es que lo han traducido bien del ruso en internet) forman la serie de Erast Fandorin. Pero a pesar de que no podamos contar con uno de los mayores fenómenos de la literatura rusa de manera íntegra, las cuatro novelas publicadas en España anuncian una versatilidad inaudita. Akunin trabaja desde la diversidad y con la vista fija en la novela de la época sobre la que escribe: se divierte con la herramienta formal –introduce tipos de letra que identifican a los diversos personajes-, distintos puntos de vista para narrar la misma acción (como una novela dos veces escrita, pero apasionante), presta atención a los avances e inventos de la época (como hicieran grandes autores contemporáneos de Fandorin, por ejemplo Stoker) y guarda cierto resabio a los imprescindibles clásicos rusos (Tolstoi, Dostoievski como trasfondo).También hay ciertos aromas a Verne, a los grandes autores de aventuras como Salgari o Ridder Haggard, pero sin junglas ni tesoros escondidos. La segunda novela de la serie, Gambito turco, se desarrolla en el escenario de la guerra de los Balcanes. Novela con espías y húsares. En Muerte en el Leviatán, homenajea a la novela británica con un remedo francés de Poirot como antagonista. Y en Conspiración en Moscú, un asesino a sueldo termina con la esperanza política rusa. Un asesinato político. ¿Les suena eso a Rusia? En esta última entrega, Fandorin, retornado de una larga estancia diplomática en Japón, vuelve acompañado de Masa, un nipón silencioso y experto –cómo no- en jiu-jitsu, que sólo puede tener el rostro de Bruce Lee. De nuevo el puente oriental, la cara más asiática de Rusia.Las aventuras de Erast Fandorin, que arrasan en su país, han sido llevadas a la televisión, y el mismísimo Paul Verhoeven lleva desde hace años diciendo que llevará al cine Azazel, la primera de la serie, bajo el título The Winter Queen. La cosa parece que va para largo: tanto como la espera para tener en los estantes de las librerías el resto de las aventuras del diplomático ruso.Fandorin es esencialmente folletín muy bien escrito. La cercenación de su serie, incompleta en nuestro idioma (insisto), no nos permite saber si las otras sagas escritas por Boris Akunin (la monja ortodoxa Pelagia, sugerente idea, y Nicolás Fandorin, un descendiente de nuestro héroe) mantienen ese mismo buen sabor añejo, esa mezcla equilibrada de aventura e intriga. ¿Lo adivinan?: tampoco están traducidas. La serie de Fandorin es una concreta evolución del protagonista desde la bisoñez hacia la madurez y el conocimiento. Tal y como mandan los cánones de la buena narrativa popular está arropado por excelentes secundarios como el mujeriego general Soboliev, el pendenciero conde Zurov, el enigmático efendi Anwar, Grushin el comisario (casi un padre para él), la valiente Varia Andreevna y, sobre todo, su añorada Lizanka. Y como podemos esperar de Rusia, una riada de colores y sabores que los europeos occidentales ni acertamos a sospechar. Una ventana de aire fresco abierta a los Urales. Como el correo del Zar.
La serie de Erast Fandorin publicada en castellano:
El ángel caído, Salamandra, 2002 y Quinteto, 2004
Gambito turco, Salamandra, 2002 y Quinteto, 2005
Muerte en el Leviatán, Salamandra, 2002
Conspiración en Moscú, Salamandra, 2002

Junio 2008, Alfonso Salazar

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