lunes, 9 de junio de 2008

EL AÑO DE HOPPER, 0

Cuando Mariano Maresca, boqueando 1993, me regaló un calendario que reproducía doce cuadros del pintor norteamericano Edward Hopper (1882-1967) me propuso, como juego, escribir un cuento cada mes, basado en cada una de las imágenes. Así me lo propuse y lo hice. Pero no serían doce cuentos sino un sólo cuento, un cuento de intriga, de asesinatos, víctimas de amores inconfesados y traiciones desbrozado en doce escenas. Y lo seguí al pie de la letra. Casi. Cada relato, escrito uno cada mes, era independiente, lo cuál aporta una coral de personajes -un hombre muerto, una secretaria, un detective llamado Hopper y el extraño y escurridizo hermano de la víctima- de narradores que se suceden y a veces se desdibujan en el relato total. Pero faltaba un cuadro que resolviese la intriga. Ése cuadro me deslumbró una noche colocado como tarjeta postal sobre una barra de bar. Era junio y se añadió a los doce del calendario: Nighthawks. Ése no estaba en el calendario.







ENERO

























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