viernes, 20 de junio de 2008

NUEVOS Y ANTIGUOS FRANKENSTEINS

William Godwin (1756-1836), hijo de calvinistas, consideraba a Dios como un tirano al que había que destronar. Sin embargo, fue aquella educación rígida y feroz la que le empujó hacia la idea de la Revolución y el fervor reformista, escandalizado ante la cruenta compraventa de los votos o la imposición del Terror. A pesar de su reivindicación de la virtud como camino de felicidad, en su país fue considerado un terrorista de la peor especie. Creyente en la bondad de la naturaleza humana, para Godwin, la simple existencia de la justicia conllevaba la determinación de la dicha social y por consiguiente la felicidad: para él, el hombre nació libre de toda idea innata, siguiendo a Hume, y su mente puede ser influenciada y sugestionada hacia el Bien. “Toda corrupción es el error y la ignorancia puestas en práctica”, dice. Pero no sólo la enfermedad moral es curable por la Razón, hasta los defectos físicos, se propone Godwin, serían en un futuro desterrados, tanto la enfermedad como quizá la muerte mediante el ejercicio de la razón y el esfuerzo mental. Estamos ante un pionero del anarquismo, un visionario de los progresos científicos, aquel que navega el lado oculto de la Razón, llegando hasta el extremo norte de los recónditos sentidos del esoterismo y el oscurantismo.
El Estado, para Godwin es quien ejerce la presión sobre los individuos y lo convierte en un ser ignorante. “Látigos, hachas, patíbulos, mazmorras, cadenas y suplicios son los métodos prescritos y en uso para persuadir a los hombres a la obediencia e imprimir en sus mentes las lecciones de la Razón”. Su proyecto de Sociedad abole la Propiedad, el Estado, el sincronismo de los horarios y los relojes, la institución familiar, el sexo e incluso el Arte de la Música y el Teatro, porque “los intérpretes repiten notas y palabras que no son suyas”. La familia, errada en su doble base -propiedad y subordinación de las personalidades-, es desterrada. En la infancia, sus propuestas de métodos educativos superan en mucho los métodos del siglo XX. Pero insinúa la idea de que la procreación, la educación y la crianza terminarán por resultar innecesarias: la Razón tiene acceso también a los secretos de la inmortalidad física y la eterna juventud.
Godwin, a pesar de sus ruidosos ataques contra la institución del matrimonio, se casó con Mary Wollstonecrafft, pionera feminista y reformista, defensora de los derechos humanos. De tal matrimonio nacería María, la futura Mary Shelley. Percy, el esposo poeta de Mary sería uno de los primeros discípulos de William Godwin y la hija de su segunda mujer, Clara, fue quien persiguió a Byron hasta conseguir quedar embarazada de quien sería Allegra, la hija del poeta-soldado.
Aquella noche mágica de Villa Diodati a orillas de un lago suizo, cuando Byron propuso jugar a la literatura y contar una terrible historia de fantasmas, dos criaturas nacieron para la historia colectiva: El vampiro de Polidori, antecedente directo de la fisonomía y carácter del Conde Drácula y Frankenstein de Mary Shelley.
Quizá las enseñanzas paternas influyeron en Mary de forma contundente y marcaron su personaje. Frankenstein -llamado el Monstruo- se levanta contra su creador, que no es otro que el Doctor Frankenstein, hombre que ha derrocado al Dios tirano y asume el poder de dar la vida. No olvidemos que el doctor es un joven hombre de ciencia, racionalista del XIX, cercana la llegada del positivismo. Pero al igual que en la filosofía del padre de la autora, la novela se mueve por los lados oscuros de lo aún no descubierto, entre la suposición y la creencia. El Monstruo es el hombre creación humana, el nuevo Prometeo como indica su subtítulo, un hombre marcado por la mente moldeada en un criminal. Pero Godwin planteaba que no existe delito sin motivo ni acción que no pueda en sus objetivos, ser explicada y discutida. La reacción del doctor Frankenstein mantiene diferencias, pretende crear su hombre sobre el despojo social del crimen, lo reeduca, trabaja sobre sus sentimientos -inalterables a pesar del comportamiento antisocial del Monstruo- y lo presenta en sociedad totalmente cambiado: han triunfado la creación y la re-creación. El posterior desdén de la sociedad marcará al Monstruo, que se somete a los más crueles crímenes. He asesinado a seres encantadores e indefensos, he estrangulado a inocentes criaturas mientras dormían, y he apretado la garganta de quien no me había hecho daño a mí ni a ser humano alguno. He arrastrado a mi creador a la desdicha; le he perseguido hasta esta ruina irremediable. La huida del Monstruo perseguido por el creador tras el asesinato de su vástago es la metáfora final de la naturaleza manoseada y vengativa. No había llegado el momento del hombre creación humana, o bien las fuerzas sociales, impertérritas, terminan por condenar.

¿Sueñan los androides con ovejas electricas? es una fábula tecnológica de Philip K. Dick donde se marca el impreciso límite entre lo natural y lo artificial. En un mundo devastado por la guerra, colmado de restos tecnológicos y edificios de apartamentos vacíos, Rick Deckard es un cazador-policía mercenario cuya empresa consiste en retirar de la circulación a androides rebeldes. Pero los Nexus 6 son androides con características especiales, casi humanos. En esta novela se basó Ridley Scott para su película Blade Runner. El aspecto de ensueño de la novela se traduce en crudeza en la película. Los Nexus tienen una mayor presencia, no aparecen los pequeños ordenadores que infunden desde la mesita de noche los estados de ánimo a los humanos mediante una adecuada programación, no contamos con la vergüenza que siente Rickard de no tener en su casa un animal de verdad -casi todos están en vías de extinción, y por ejemplo, tener un sapo en casa es demostración de poderío, suerte y buenos sentimientos-. No conocemos la depresión que sufre la esposa de Deckard, arrinconada en la cama y sin animal original que mostrar a las amistades. No vimos al poli observando San Francisco desde la inmensidad y pensando en aquellos que abandonaron las ciudades para intentar ser felices en los campos sin vigilancia.
Los Nexus en Blade Runner son irremediablemente los nuevos frankensteins, humanos, demasiado humanos. El planteamiento de Mary Shelley no podía alumbrar las nuevas dificultades que modela Scott. A sus frankensteins se les ha creado una vida pasada, ficticia a base de fotografías falsas y recuerdos insertos en su memoria. Los Nexus saben que tienen fecha de caducidad como aquel sevillano de la novela de Sender que vio la fecha de su muerte cuando descendió a un pozo. Pero los Nexus no se resisten a la realidad de la muerte y se rebelan contra el creador. Este tremendo nexo de la creación humana se vislumbra en los avances genéticos, en las técnicas de la informática avanzada y el trasplante. El Frankenstein de Mary Shelley era la creación ante la naturaleza humana impía que no busca rehabilitar. Los Nexus tienen pensamiento y sentimiento propio. Pero tienen cara a cara a su creador, y quieren vengarse de él: y éste envía al arcángel sangabrieldeckard para que elimine al que sale de la norma. De nuevo el hombre creación humana se ha levantado contra la mano extraña que embadurna la naturaleza. La creación intenta derrocar al creador. De nuevo el tirano es sitiado. Y el rebelde sometido a látigos, hachas, patíbulos, mazmorras, cadenas y suplicios. Y de aquí a Godwin, hay un solo paso

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