lunes, 20 de septiembre de 2010

SHAKESPEARE EN LA SELVA (5)

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Shakespeare en la selva 5: Está claro que los ancianos de tu país nunca te han explicado lo que realmente significa Hamlet.
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-Ella gritó asustada, y Polonio se movió tras la tela. Hamlet exclamó: “¡Una rata!” Y tomando su machete dio un tajo que la atravesó –aquí hice una pausa para darle efecto dramático. ¡Había matado a Polonio!
Los ancianos se miraron unos a otros con supremo disgusto.
-¡Ese Polonio era realmente un necio y un ignorante! Hasta un niño se le habría ocurrido decir: “¡Soy yo!” –con repentino dolor, recordé que estas gentes son ardientes cazadores, siempre armados de arco, flechas y machete; al primer movimiento entre la maleza hay ya una flecha lista apuntando, y el cazador grita “¡Va!”. Si no contesta voz humana inmediatamente, la flecha sigue su camino. Como cualquier buen cazador, Hamlet había gritado: “¡Una rata!”
Me lancé a salvar la reputación de Polonio.
-Polonio habló. Hamlet le había oído. Pero pensó que era el jefe, y quiso matarlo para vengar a su padre. Ya había querido hacerlo antes, esa misma tarde... –interrumpí la narración, incapaz de explicar a esta gente pagana, que no cree en la supervivencia individual tras la muerte, la diferencia entre bien morir rezando y morir “sin comunión, sin preparación, sin sacramentos”.
Esta vez había impactado en serio a mi audiencia. “Que un hombre levante su mano contra el que, siendo hermano de su padre, se ha convertido en padre para él es algo terrible. Los ancianos deberían dejar que sea embrujado un hombre semejante.”
Mordisqueando perpleja mi pedazo de nuez de cola, señalé que, después de todo, era quien había matado al padre de Hamlet.
-No –sentenció el anciano, hablando menos para mí que para los jóvenes allí sentados entre los mayores. Si el hermano de tu padre ha matado a tu padre, debes recurrir a los compañeros de edad de tu padre; son ellos quienes pueden vengarlo. Nadie puede usar la violencia contra sus parientes de más edad –le sobrevino otra idea-. Pero si el hermano del padre hubiera sido realmente tan infame como para embrujar a Hamlet y volverlo loco, entonces la historia es realmente buena, porque entonces él mismo sería el causante de que Hamlet, estando loco, no conservara razón alguna y estuviera dispuesto a matar al hermano de su padre.
Hubo un murmullo de aprobación. Hamlet volvía a parecerles una buena historia, pero a mí ya no se me antojaba la misma. Según pensaba en las complicaciones venideras de la trama y los temas, me iba desanimado. Decidí rozar sólo de pasada el terreno peligroso.
-El gran jefe –continué– no sentía que Hamlet hubiera matado a Polonio. Eso le daba una razón para enviarle lejos, acompañado por sus dos infieles compañeros, con cartas para un jefe de un lejano país que decían que debía ser asesinado. Pero Hamlet cambió lo que estaba escrito en las cartas, de forma que en su lugar mataron a éstos.
Encontré una mirada llena de reproche por parte de uno de los hombres a quienes yo había dicho que una falsificación indetectable de la escritura no sólo era inmoral, sino que estaba más allá de la habilidad humana. Miré hacia otro lado.
-Antes de que Hamlet pudiera regresar, Laertes volvió para el funeral de su padre. El gran jefe le contó que Hamlet había matado a Polonio. Laertes juró matar a Hamlet por esto, y porque su hermana Ofelia, al saber que su padre había sido muerto por el hombre a quien amaba, se volvió loca y se ahogó en el río.
-¿Ya te has olvidado de lo que te hemos dicho? –me echó en cara el anciano.- No se puede tomar venganza de un loco; Hamlet mató a Polonio en su locura. Y en cuanto a la chica, no es que simplemente se volviera loca, sino que se ahogó. Sólo la brujería puede hacer que la gente se ahogue. El agua por sí misma no hace ningún daño, es sencillamente algo que se bebe o en donde uno se baña.
Empecé a enfadarme.
-Si no te gusta la historia, no sigo.
El anciano hizo unos ruidos apaciguadores y me sirvió personalmente algo más de cerveza.
-Tú cuentas bien la historia, y te estamos escuchando. Pero está claro que los ancianos de tu país nunca te han explicado lo que realmente significa. ¡No, no me interrumpas! Te creemos cuando dices que vuestra forma de matrimonio y vuestras costumbres son diferentes, o vuestros vestidos y armas. Pero la gente es similar en todas partes. Allí donde sea siempre hay brujos, y somos nosotros, los ancianos, quienes sabemos cómo funciona la brujería. Te dijimos que era un gran jefe el que quería matar a Hamlet, y ahora tus propias palabras confirman que teníamos razón. ¿Qué parientes varones tenía Ofelia?
-Solamente su padre y su hermano –Hamlet claramente se me había escapado de las manos.
-Tiene que haber tenido más; esto es algo que también debes preguntar a tus mayores cuando vuelvas a tu país. Por lo que nos cuentas, y dado que Polonio estaba muerto, debe haber sido Laertes quién mató a Ofelia, aunque no veo la razón.
Ya habíamos vaciado uno de los cuencos de cerveza, y los hombres discutieron el tema con un interés rayano en lo ebrio. Finalmente uno de ellos me preguntó:
-¿Qué dijo a su vuelta el criado de Polonio?
Retomé con dificultad a Reinaldo y su misión.
-No creo que regresara antes de la muerte de Polonio.
-Escucha –dijo el más anciano de todos– y te diré cómo ocurrió y cómo sigue tu historia, y tú me puedes decir si estoy en lo correcto. Polonio sabía que su hijo se metería en problemas, y efectivamente así fue. Tenía muchas multas que pagar por sus peleas, y deudas de juego. Pero sólo había dos maneras de conseguir dinero rápidamente. Una era casar a su hermana de inmediato, pero es difícil encontrar a un hombre que quiera casarse con una mujer deseada por el hijo de un jefe. Porque, si el heredero del jefe comete adulterio con tu mujer, ¿tú qué puedes hacer? Sólo a un loco se le ocurriría plantear un pleito a alguien que puede ser quien te juzgue en el futuro. Por eso Laertes tuvo que seguir el segundo camino: matar por brujería a su hermana, ahogándola, para poder vender su cuerpo en secreto a los brujos.
Opuse una objeción.
-Su cuerpo fue encontrado y enterrado. De hecho, Laertes saltó a la fosa para ver a su hermana por última vez. Por tanto, como ves, el cuerpo realmente estaba allí. Hamlet, que acababa de llegar, saltó también detrás de él.
-¿Qué os dije? –El más anciano se dirigió a los demás.- No es que Laertes estuviera tratando precisamente bien al cuerpo de su hermana. Hamlet procuró estorbarle, porque al heredero del jefe, igual que a cualquier jefe, no le gusta que ningún otro hombre se enriquezca ni se haga poderoso. Laertes se pondría furioso, porque había matado a su hermana sin sacar de ello ningún beneficio. En nuestro país, ese motivo hubiera bastado para que intentara asesinar a Hamlet. ¿Es eso lo que pasó?
-Más o menos –admití-. Cuando el gran jefe encontró que Hamlet aún vivía, animó a Laertes a que tratara de matarlo y se las apañó para que hubiera una pelea de machetes entre ellos. En la lucha ambos cayeron heridos de muerte. La madre de Hamlet bebió una cerveza envenenada que el jefe había dispuesto para Hamlet en el caso de que ganara la pelea. Cuando vio a su madre morir a causa del veneno, Hamlet, agonizando, consiguió matar al hermano de su padre con su machete.
-¿Veis? ¡Tenía razón! –exclamó.
-Era una historia muy buena –añadió el anciano jefe– y la has contado con muy pocos errores. Sólo había un error más, justo al final. El veneno que bebió la madre de Hamlet obviamente estaba destinado al vencedor del combate, quienquiera que fuese. Si Laertes hubiera ganado, el gran jefe lo habría envenenado para que nadie supiera que él había tramado la muerte de Hamlet. Así, además, ya no tendría que temer la brujería de Laertes; hace falta un corazón muy fuerte para matar por brujería a la propia hermana.
Envolviéndose en su raída toga, el anciano concluyó:
-Alguna vez has de contarnos más historias de tu país. Nosotros, que somos ya ancianos, te instruiremos sobre su verdadero significado, de modo que cuando vuelvas a tu tierra tus mayores vean que no has estado sentada en medio de la selva, sino entre gente que sabe cosas y que te ha enseñado sabiduría.

Bohannan Laura Shakespeare in the busch. Natural History, Agust-September, 1966.

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