En la asamblea de los pájaros
a la caída de la tarde
todo sucede en la frontera
de las cosas,
donde el nombre se evapora
para hacerse otro nombre.
Gentes que cruzan pasos de cebra
y saben a donde van:
de la migración de las cosas
a sus asuntos,
-pasos de cabra, migraña de las rosas-
del día de hoy al día de mañana
a medianoche
(tiempo santo, no me tardes).
La medida de las cosas
y las horas muertas
se reúnen en una sandalia
que respira aire
para pisar colillas.
Avanza la mujer
y el pelo que le falta.
Recoge un sarampión del suelo,
papel de celofán de la esperanza,
al pulso de las tuberías
pide apoyo y tentetieso.
La pequeña historia, trágica,
de cada pierna cortada,
del pan nuestro de cada mes hecho transferencia,
de cada muñón con cirujano,
cada silla de ruedas atrancada en el adoquín,
cada mundo de ciego,
(todos sus mundos en este mundo),
historia de la coja hermosa.
La más triste entre las tristes,
preciosa, cruza la avenida:
vino tinto, buda y cocaína.
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